El paro de hoy y el dispositivo opositor

https://abelfer.wordpress.com/2017/04/06/el-paro-de-hoy-y-el-dispositivo-opositor/

paro general

“Dispositivo” es una palabra que usaba Juan Domingo Perón para referirse a las distintas –muy distintas- realidades políticas, sociales, de militancia, que él convocaba para enfrentar al “partido militar”, en ese entonces conducido por Lanusse ¿Tiene sentido usarla ahora, en una Argentina y en una situación política que son por completo diferentes de aquella?


Sostengo que sí, por una razón fundamental: El proyecto de este gobierno -más allá que la resistencia de la sociedad y, a menudo, sus propias torpezas, fuercen demoras e introduzcan elementos contradictorios- es el de remodelar la economía argentina en el marco del modelo promovido desde hace algo más de 40 años por los EE.UU., los organismos económicos internacionales que influyen, y, sobre todo, por las usinas de comunicación del Atlántico Norte: globalización financiera, apertura a las importaciones, desregulación. Como dijo recién Macri con franqueza a Bloomberg´s “No hay plan B“. No puede haberlo, por razón de sus apoyos claves, y también de ideología.

Por eso, todos los diversos sectores de nuestra sociedad cuyos intereses concretos son perjudicados por este proyecto, forman, objetivamente, parte de este “dispositivo” opositor. Aún la conducción actual de la CGT, que ha dispuesto este paro, y las de gremios muy importantes, a quienes no les gusta la idea (algunos se sentirían más cómodos del otro lado ?? ). Después de todo, la Unión Cívica Radical de Balbín, que participaba con el Movimiento Nacional Justicialista en “La Hora del Pueblo“, y, menos vocalmente, la Confederación General Económica (CGE), se molestaban cuando Perón las mencionaba en el “dispositivo”. Pero no se iban.

Entonces, las organizaciones de trabajadores, los sindicatos, necesariamente se oponen -y lo mostrarán, de acuerdo a su lectura de las relaciones de poder y sus conveniencias de sector. Hoy, han paralizado el país; mañana, de acuerdo a donde están ubicados, algunos de ellos reanudarán sus conversaciones con funcionarios y otros harán declaraciones durísimas. Habrá quienes hagan ambas cosas. Pero todos ellos, que no son tontos o no estarían donde están, saben que éste no es ni mucho menos un golpe decisivo contra el proyecto del gobierno. Pero que lo golpea, lo golpea. En el día que Macri trata de hacer un “mini Davos”.

Eso, por el concepto de “dispositivo”. Ahora, por las diferencias con el aquí y ahora, que son por lo menos igualmente importantes. La primera que salta a la vista es que no hay un liderazgo político hegemónico que pueda, aún con dificultades, convocar a la mayor parte de ese potencial “dispositivo opositor”.

La anterior presidente, Cristina Kirchner, cuenta con una militancia numerosa y entusiasta y un grado alto de adhesión popular -junto a una también alta imagen negativa, que no disminuye su vigencia en este tiempo mediático, o pregúntenle a Trump. Pero hasta hoy no convoca, al menos públicamente, por afuera de lo propio.

En la franja de los partidos políticos, … no han pasado los 18 años que diluyeron la antinomia “peronismo-antiperonismo” que dividía, más profundamente que ninguna otra antes o después, a la sociedad argentina. La gestión anterior concluyó hace menos de año y medio. Los enfrentamientos de ese momento están aún hoy muy presentes entre los politizados. Y el anti kirchnerismo reditúa votos, no sólo a Macri.

En el peronismo, la situación es más fluida, como señalé muchas veces en el blog. Los poderes territoriales reales, gobernadores, intendentes, tienen un abanico de actitudes frente al liderazgo de CFK, desde el reconocimiento explícito al rechazo también explícito. Pero todos son peronistas, es decir, realistas. En sus distritos, querrán hacer las listas ellos. Por lo demás, sus actitudes se ajustarán a los resultados electorales que obtenga Cristina -o, eventualmente, un candidato “bendecido” por ella- en agosto y en octubre. Esto vale, asimismo, para todos los que se presenten de candidatos en esos comicios.

El punto clave, por la naturaleza del peronismo y por un problema de poder concreto, es el movimiento obrero. O, como se dice ahora, en forma más actual, el movimiento de los trabajadores. Sus dirigentes no garantizan votos -eso ya lo sabía el Lobo Vandor- pero si la organización, que vence al tiempo, y los pocos recursos que una fuerza opositora puede reunir, lejos del Estado. Y, como se muestra hoy, pueden “parar el país”. Por un día, sin movilización (salvo los piquetes de sectores relativamente débiles), como una catarsis de un malestar social extendido. Pero ningún líder político está en condiciones de hacerlo.

(Un ejemplo de las características y limitaciones de este poder estructural, es el del triunviro Juan Carlos Schmid. Su liderazgo, aún en la CGT, está muy debilitado. Pero ha sido funcional para obtener la adhesión de los sindicatos del transporte, decisivos en un paro general).

Hay dos preguntas: ¿Cómo se soluciona la brecha entre la conducción política, la de CFK o cualquier otra, y las estructuras gremiales? La otra es una que se le ocurre naturalmente a un no peronista ¿Debe ser solucionada?

Ante todo, es necesario despejar algún mito. La conducción de Perón de la “rama gremial” del Movimiento, después de 1955, era cualquier cosa menos vertical. Los desafíos más importantes vinieron de allí, no de la política. Así como, no hay que olvidarlo, fue el sindicalismo peronista el que mantuvo vigente su pensamiento y su conducción después de la caída.

Un punto es que si José Ignacio Rucci tiene un lugar especial en el corazón de algunos peronistas veteranos, los que sobreviven, es porque era el único dirigente que anteponía las instrucciones de Perón a cualquier otra circunstancia. Los demás… eran peronistas, claro, pero primero estaba el sindicato.

Volviendo al presente: La mayoría de la dirigencia gremial actual mantiene fuertes reservas -algunos, hostilidad- hacia Cristina Kirchner. No toda, por supuesto; hay una correlación, obvia, con el grado de oposición abierta hacia el gobierno de Macri. Están más cerca de Cristina los más combativos (con la excepción, no insignificante, de las agrupaciones sindicales de ideología troskista).

Pero esta relación no es lineal, ni tiene una expresión política: Los afiliados de los gremios que han protagonizado enfrentamientos muy visibles con este gobierno, los docentes, los bancarios, no pueden ser calificados de peronistas, y menos de kirchneristas. La mayor parte de ellos votó a Cambiemos.

Como sea, la relación entre el poder político y el poder gremial siempre es compleja. Y en este caso en particular, difícil por historias recientes. Igual, el peronismo debe resolverla, si quiere tener chance de no sólo ganar elecciones sino de gobernar. El sindicalismo representado en la CGT, pragmático, está presionando discretamente a la dirigencia territorial del peronismo para que se vaya a las elecciones de este año con una lista única, en todos los distritos posibles.

Un amigo mío, dirigente político en la Capital, imagina un gesto: Cristina Fernández de Kirchner visita a la CGT y plantea su acuerdo y su voluntad con la unidad del peronismo. Y anuncia su renunciamiento a la candidatura en octubre. Es un escenario sugerente, pero lo veo difícil.

CFK está acosada judicialmente, y -más allá de la flojedad de esos ataques- necesita hacer explícita su vigencia política. Más importante que los fueros. Además, probablemente sabe que -como decia De Gaulle- su ausencia provocaría no un vacío sino un amontonamiento. En el peronismo siempre hubo una segunda línea hambrienta.

De todos modos, pienso que el obstáculo principal sería la renuencia de muchos dirigentes gremiales. Simplemente no quieren definirse como oposición abierta: tienen demasiadas cosas que negociar con el gobierno. que es lo que está. Después de los resultados de octubre… se verá.

(Quiero que quede claro que son especulaciones personales. Nadie del Instituto Patria o de mis amigos sindicalistas me ha adelantado sus planes).

En cuanto a esa pregunta no peronista ¿Debe ser solucionada la actual brecha ente la política y las estructuras sindicales? Sí. Porque es necesario construir una alternativa a este único “Plan A” del gobierno actual. Que, estoy convencido, va al fracaso.

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