Gato. "Macri gato": una táctica de lo popular
Por Eliana Verón l "En esas mil prácticas, a través de las cuales los sujetos se reapropian de lo que consumen, existen nuevas formas de producción de sentido".
En Relámpagos Post 19 Noviembre 2016
A los pocos meses de haber asumido la presidencia, el apellido Macri comenzó a ser sustantivo protagónico en los carteles de quejas que brotaron en distintas marchas sindicales, sociales y hasta culturales. Apareció en billetes de 5 pesos, en los memes que circulan por las redes, o en el ocupar el espacio público dejando sus huellas en infinitas paredes del país. Pero a ese sustantivo le correspondió un adjetivo singular: gato.
El término "gato" es una expresión popular que viene desde los años ´30 relacionado a los señoritos adinerados que buscaban la compañía de las actrices, cantantes o bailarinas del teatro de revistas para recorrer bares, restaurantes y locales nocturnos. A estos hombres se los llamaba gato, ya que en el lunfardo porteño es quien "gatilla", es decir, quien paga. Luego se lo asoció a los conventillos y pasó a usarse profusamente en el ámbito carcelario donde "gato" se refiere al sirviente del jefe del pabellón, y es el esclavo que anhela ser esclavista. Es esta última acepción, típica del lenguaje tumbero, la que está vigente y extendida socialmente en la coyuntura argentina. La cultura popular que se nutre de ingeniosos imaginarios que construyen su cotidianeidad cifrando mensajes y discursos sociales.
Un primer momento en la visibilidad y extensión de este término ocurrió el 16 de mayo, en Calilegua, a casi un kilómetro de Libertador General San Martín, Jujuy, cuando Luis Llanos fue detenido por gritarle "gato" a Mauricio Macri. Con indignación decía "esto es persecución política, no dejan decir lo que pienso". La rápida reacción de la policía jujeña demuestra el conocimiento cabal del significado social de esa palabra. Y el interés pertinente de quienes se vieron identificados con el razonamiento de Llanos que recalcaba su sentido político.
Un segundo momento, si se quiere de instalación viral (o virtual) del concepto, está vinculado al uso y apropiación de las herramientas tecnológicas y estrechamente relacionado al hecho policial ocurrido en Jujuy. Un programador y diseñador de páginas web, que se presenta como payaso de profesión, Ey Pacha!, creó una aplicación que "surgió como un chiste, una acción antipublicitaria". Su función consiste en cambiar en la computadora del usuario el nombre Mauricio Macri por la expresión "Macri Gato". Se descarga en la computadora o en el celular y se ejecuta en los navegadores de Google Chrome y Firefox. Según indican en macrigato.com.ar siempre existió en la historia argentina una animalización de las figuras políticas de relevancia. Los ejemplos son varios: Carlos "Camaleón" Tejedor, Julio Argentino "El zorro", José Evaristo "Lechuza", Uriburu, Arturo "La tortuga" Illia, Néstor "El pingüino" Kirchner.
Esto nos permite pensar los esquemas de acción que realizan los usuarios para contrarrestar lo impuesto en los espacios organizados por los técnicos de la producción sociocultural, como indica historiador y filósofo Michel De Certeau. Entiéndase aquí lo que sucede dentro de las interfaces que componen los medios digitales de cualquier tipo: diarios, revistas o las wikis. Para el autor los usuarios-consumidores, supuestamente condenados a la pasividad y a la disciplina, encuentran mil maneras de hacer lo cotidiano. Se reapropian de productos/objetos culturales y buscan transformarlos de acuerdo con sus intereses y reglas propias. Es decir, los consumen, los usan, los subvierten y producen mediantes sus prácticas significados sociales adversos para lo que originalmente fueron creados. Son actos cargados de ingeniosidades. A ello, De Certeau, lo denomina tácticas, procedimientos mediante los que se opera el nuevo uso de productos relativos a situaciones sociales y a relaciones de fuerzas dispares. Lo táctico es ocupar el espacio de un otro poderoso porque no se cuento con uno propio y sólo se tiene los márgenes.
La extensión de "Macri gato" es, entonces, la táctica de lo popular; del débil que se aprovecha de herramientas pensadas para un consumo diferente y que le resultan ajenas. No transforma el orden de lo establecido, la potencia del fuerte, pero juega con la situación. La picardía argenta, si se quiere, se trasluce en ese mínimo acto de rebeldía, de astucia. Poder hallar en la pantalla de nuestros objetos predilectos, sea la computadora, tablet o celular, esa expresión que nos causa gracia, empatía o rabia desembocan en una politización de las prácticas de consumo. Aunque no sean revolucionarias, en esas mil prácticas, a través de las cuales los sujetos se reapropian de lo que consumen, existen nuevas formas de producción de sentido. Estos procedimientos populares, minúsculos y cotidianos, pueden ser leídos como actos individuales, pero no dejan de ser pequeños combates placenteros dentro de una realidad cada vez más virtual.
Selección y producción de textos: Negra Mala Testa
Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)
Macri gato
Posted on 7 agosto, 2016 by Rodolfo Belonne
Durante la década del 30, en Buenos Aires, era común ver en la puerta de los teatros de revista a señores ataviados con sus mejores galas y cargados de regalos, que buscaban la compañía de las actrices, cantantes o bailarinas de la obra. En la versión más ingenua, si la dama en cuestión aceptaba el trato, empezaba una larga expedición por bares, restaurantes y locales nocturnos, que configuraba una relación ganador-ganador para ambas partes; ella se hacía pagar los copetines y él se mostraba en público con una mujer deseada, generando la codicia de sus pares. A estos señores se los empezó a llamar “gatos”, y aunque recientemente descubrimos que “gauchada” viene de gaucho, este gato no refiere al mamífero felino, sino al que “gatilla”, que en buen lunfardo, es quien paga. Con los años, el término fue pasando de quienes pagaban a quienes eran pagados y después, su consecuente asociación a la prostitución.
En el lenguaje carcelario, que se nutre profusamente del lunfardo, además de por una afinidad cultural, por la necesidad inicial de cifrar los mensajes, se adoptó el término rápidamente adecuándolo a las necesidades particulares. Así, en la “tumba”, el “gato” es el “mulo” del “poronga” de la “ranchada”, es decir que es el sirviente del jefe del pabellón.
El “gato” ejerce una autoridad prestada ante los demás, que paga con su servilismo ante el jefe, que a su vez, deja en claro todo el tiempo y frente a todos, quién es el jefe y que el respeto requerido para con el “gato”, es en realidad, para con él. El “gato” es el que recauda para el jefe y su bienestar recae en la eficacia de su acción, por lo tanto, es muy celoso e impiadoso en su trabajo. El “gato” por sobre todas las cosas, desprecia al que está en inferioridad de condiciones y admira a quien lo utiliza. El “gato” no es un esclavo que quiere ser libre, es un esclavo que anhela ser esclavista. Lo más ajeno a un “gato” es la solidaridad.
El lunes 16 de mayo, en Calilegua, a casi un kilómetro de Libertador General San Martín, provincia de Jujuy, Luis Llanos fue detenido por gritarle “gato” al Presidente Mauricio Macri. Seguramente no lo hubieran detenido si le hubiera dicho “representante de las corporaciones que transfiere recursos a los sectores concentrados y carestía a los más desposeídos, generando un estado de desigualdad que empuja a un vasto sector de la sociedad a la pobreza, despojándola de sus derechos y sometiéndola a situaciones de injusticia que lesionan su condición humana”
A Luis lo mató la síntesis.
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