Un CEO en su tinta
Intento imaginar esta situación: uno entra a la zapatería, llama a un vendedor cualquiera que trabaja a comisión, le entrega su tarjeta de crédito y un recibo firmado en blanco y le dice: "deme zapatos". Dejo a criterio del lector el final de esta historia.
IXX, oct2016
**
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-311917-2016-10-17.html
El plan bomba que armó Prat-Gay
La emisión de deuda en el exterior supera los 30.000 millones de dólares en apenas seis meses, cerca de los 38.000 millones de dólares con los que se engrosó la deuda durante la última dictadura cívico-militar, donde pasó de 7500 a 45.000 millones de dólares, a lo largo de siete años.
Producción: Tomás Lukin
debate@pagina12.com.ar
Una muerte anunciada Por Agustín D’Attellis *
El ritmo al cual se endeuda el Gobierno en dólares resulta tan preocupante que hasta despierta disputas internas cada vez más explícitas. Antes lo hacían en privado y lo dejaban trascender, pero ahora públicamente se cruzan críticas entre los diferentes funcionarios del equipo económico. Desde el Banco Nación cuestionan la fuerte toma de deuda que tiene como destino el financiamiento del gasto corriente. Los cuestionamientos del titular de la entidad, Carlos Melconian, apuntan a la falta de un mayor ajuste fiscal. En el BCRA, Federico Sturzenegger, actúa convencido de que la única forma de contener la emisión es quitando pesos de la economía. En tanto, Alfonso Prat Gay reconoce que si avanza con recortes del gasto, la economía profundizaría severamente su recesión. Todo esto no hace más que erosionar el tan ansiado escenario de certidumbre que, según la creencia oficial, garantizaría la siempre postergada lluvia de inversiones.
Frente a este escenario, la realidad es que resulta muy preocupante el ritmo al cual el gobierno ha decidido recurrir al endeudamiento externo. Son en total emisiones de deuda por más de 30.000 millones de dólares, sin considerar las colocaciones de Lebacs del BCRA, ni de bonos y letra emitidas por el tesoro nacional en el mercado doméstico –en muchos casos asumiendo compromisos de pago en dólares–, o préstamos con organismos multilaterales. Así, la estrategia para enfrentar la restricción externa (escasez de divisas) en la que se encontraba la economía argentina los últimos años ha sido la de recurrir al endeudamiento externo. Muy sencilla solución, teniendo en cuenta que el nivel de endeudamiento heredado de la gestión anterior, resultó inéditamente bajo para la historia reciente de la economía argentina, así como también en la comparación internacional. La deuda representaba el 13 por ciento del PBI. Cerrado el pago a los fondos buitre validando las condiciones impuestas por esos acreedores, se allanó el camino para el endeudamiento externo.
¿Es malo recurrir a tomar financiamiento externo para una economía si las condiciones son propicias para hacerlo? Para responder a esta pregunta deben considerarse dos dimensiones: el nivel de deuda a asumir, y el destino de los fondos de tal endeudamiento. Dentro de parámetros de deuda en relación al PBI lógicos, puede considerarse la alternativa. Ahora bien, el destino de los fondos debe apuntar a garantizar una mejora sustancial en la capacidad de repago futura. No es lo que ocurre. Según el presupuesto nacional, se proyecta un déficit primario de 4,2 por ciento del PBI y un déficit financiero de 6,8 por ciento del producto. Cruzando esta información con los anuncios del nuevo BCRA se observa claramente que el financiamiento de estos niveles de déficit provendrá del endeudamiento externo. Deuda en dólares, para financiar gasto corriente en pesos. La preocupación de Melconian. El déficit fiscal aumenta porque el escenario recesivo al cual las medidas de política económica del gobierno han conducido a la economía, afectaron fuertemente el nivel de recaudación. Pero además, los datos del propio BCRA dan cuenta de una salida de divisas en lo que va del año, que entre remisión de utilidades al exterior y fuga de capitales, alcanza ya la friolera de 10.243 millones de dólares. La puerta giratoria. Los dólares que ingresan por endeudamiento externo -que recae sobre todos-, financian la salida de capitales de un pequeño grupo, o el déficit generado por caída de la recaudación, consecuencia de políticas de concentración de ingresos y debilitamiento del mercado interno.
Conocemos el destino final de este esquema, y tenemos muy presente en nuestro país, cuales son las consecuencias económicas y sociales de un default por sobrecarga de la deuda. Ocurrió hace poco, en 2001. Vale también, en aras de advertir, la comparación entre el ritmo de endeudamiento del gobierno actual y el de la dictadura cívico-militar de 1976/1982. Al considerar montos y espacio temporal, se advierte con preocupación que la velocidad de emisión de deuda externa es mucho mayor en la actualidad que lo que fue en aquella etapa triste y oscura de nuestra historia. Se han emitido sólo en el exterior más de 30.000 millones de dólares –considerando la última emisión en euros– en apenas seis meses, y se proyecta un fuerte endeudamiento para el año próximo en el presupuesto nacional. El monto en lo que va del año casi alcanza a los 38.000 millones de dólares con los que se engrosó la deuda durante la dictadura cívico militar, donde pasó de 7.500 a 45.000 millones de dólares, a lo largo de siete años. Vale la advertencia.
* Economista. Director de E4D Economía Política.
Un modelo insustentable Por Itai Hagman y Pablo Wahren *
Durante los últimos años en Argentina el dólar fue titular de los diarios: mientras más escaseaba, más nombrado era. El billete verde pasó a constituir, según las encuestas, una de las mayores preocupaciones de los argentinos y el denominado “cepo cambiario” uno de los temas más recurrentes en los medios de comunicación. A diez meses de asumido el nuevo gobierno nacional, el tema pasó de moda en la agenda económica. Tras la devaluación, el tipo de cambio se mantuvo estable y se eliminaron las restricciones a la compra de divisas. Sin embargo, la causa de este aparente equilibrio no es mágica ni está asociada a un shock de confianza, sino que es la contracara del elevado endeudamiento externo.
Desde que asumió el nuevo Gobierno, el sector público generó nueva deuda externa en moneda extranjera por 35.600 millones de dólares, convirtiendo a la Argentina en el mayor tomador de deuda del año. Este endeudamiento se puede subdividir en cuatro grupos: (i) el Tesoro que realizó emisiones por 22.000 millones; (ii) el Banco Central que tomó préstamos con otros bancos por 6586 millones; (iii) ocho provincias argentinas que en conjunto se endeudaron por 6014 millones y; (iv) la petrolera YPF controlada por Nación que absorbió deuda por 1000 millones. En cualquiera de los cuatro casos el responsable es el Estado Nacional, ya sea por ser el tomador directo de la deuda o por ser el responsable de autorizar el endeudamiento.
Uno de los principales argumentos esgrimidos por los funcionarios del Gobierno para efectuar el pago a los Fondos Buitre consistió en el supuesto abaratamiento que se generaría en el costo del nuevo endeudamiento. “Abrirse al mundo” pagándoles la deuda a los Buitres era una necesidad para disminuir la tasa de interés de las nuevas emisiones. Sin embargo, a excepción de la reciente emisión del tesoro nacional de deuda en euros por un monto equivalente 2750 millones, en el resto de las emisiones relevadas hasta la fecha la tasa se ubicó en torno a los valores de los últimos años.
El festival de deuda genera un incremento sustancial en el perfil de vencimientos para los próximos años. El capital ingresado provoca nuevos compromisos de pagos de capital e intereses por 57.252 millones de dólares, de los cuales el 91 por ciento se deberán pagar en los próximos 20 años. Para tomar dimensión del monto y la relevancia de la nueva deuda externa cabe destacar que supera el nivel actual de las reservas internacionales del país, las cuales se ubican en 35.544 millones.
Pero el asunto más relevante es cuál es la utilización de estos recursos que comprometen el futuro del país al acumular significativos intereses. Al analizar los datos del periodo se contempla que las divisas que ingresaron por la vía del endeudamiento se destinaron a la (i) formación de activos externos (fuga de capitales), (ii) turismo, (iii) remisión de utilidades y (iv) pago de deuda externa e intereses, entre lo que se destaca el pago acordado con los fondos buitres. En resumen, las salidas netas por estas vías hasta agosto sumaron 27.035 millones.
El punto neurálgico es que las divisas obtenidas no están siendo utilizadas para destinos que generen condiciones de repago de la deuda. Eso hace que el esquema no sea sustentable en el mediano plazo. Los desequilibrios externos provocados por el déficit comercial, la desregulación y apreciación cambiaria, el libre giro de utilidades y dividendos y los pagos de nueva deuda e intereses, constituyen un combo que sólo puede ser financiado con un constante aumento de los compromisos de deuda. En efecto el gobierno nacional estimó en el mensaje de Presupuesto 2017 un incremento creciente del déficit comercial para los próximos años, de manera que el comercio exterior lejos de constituir una fuente de ingreso de divisas a partir de la generación de mayor producción y empleo será otro bache a cubrir con deuda. Por eso, es relevante considerar que estamos frente al inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento y no frente a una política contingente.
La falta de sustentabilidad de mediano y largo plazo de esta política se encuentra de manera recurrente a lo largo de la historia argentina. Aunque el margen aún es elevado y el impacto de esta política no se sentirá en lo inmediato, no es insensato afirmar que en caso de proseguir la orientación de la política económica actual, la economía argentina se encamina hacia una nueva crisis de deuda.
* Economistas Centro de Estudios para el Cambio Social y UBA.