De la impotencia a la paranoia sin escalas (Nestornautas blog)
Según el relato oficia, las protestas sociales que se suceden en todo el país serían orquestadas por el kirchnerismo para desestabilizar, e impedir que avancen las causas judiciales por hechos de corrupción sucedidos en el gobierno anterior.
Con lo cual no solo seríamos ladrones, sino también golpistas, y se daría el contrasentido de que un sector político (nosotros) al que ellos mismos definen como desarticulado y en trance de desaparición tendría la capacidad operativa de orquestar -casi al mismo tiempo y sin solución de continuidad- protestas en todo el país por el tarifazo, escraches, repudios, huelgas y conflictos sindicales, "frutazos", piquetes y cortes de ruta.
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Con lo cual no solo seríamos ladrones, sino también golpistas, y se daría el contrasentido de que un sector político (nosotros) al que ellos mismos definen como desarticulado y en trance de desaparición tendría la capacidad operativa de orquestar -casi al mismo tiempo y sin solución de continuidad- protestas en todo el país por el tarifazo, escraches, repudios, huelgas y conflictos sindicales, "frutazos", piquetes y cortes de ruta.
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sábado, 27 de agosto de 2016
DE LA IMPOTENCIA A LA PARANOIA, SIN ESCALAS
El collage de imágenes de apertura está armado con notas de ayer: ésta de Clarín, ésta otra de Fernando Laborda en La Nación, y el editorial de la “tribuna de doctrina”.
Tanta unanimidad “simultánea” en los enfoques no es ninguna casualidad: se trata de una línea coherente, sostenida y perfectamente orquestada en ida y vuelta entre los medios hegemónicos y las usinas del aparato de propaganda del gobierno; cuyo Jefe de Gabinete pasó esta semana por el Congreso negando los problemas, y hablándonos de otro país, que no es la Argentina.
Cuando resulta evidente (ahí está por ejemplo el ya famoso audio del fiscal Marijuán) que las denuncias judiciales contra el kirchnerismo y en especial la persecución judicial contra Cristina son la casi única herramienta política del gobierno para distraer a la opinión pública sobre los estropicios de su pésima gestión, quieren invertir los términos y convencernos de lo exactamente contrario.
Según el relato oficia, las protestas sociales que se suceden en todo el país serían orquestadas por el kirchnerismo para desestabilizar, e impedir que avancen las causas judiciales por hechos de corrupción sucedidos en el gobierno anterior.
Con lo cual no solo seríamos ladrones, sino también golpistas, y se daría el contrasentido de que un sector político (nosotros) al que ellos mismos definen como desarticulado y en trance de desaparición tendría la capacidad operativa de orquestar -casi al mismo tiempo y sin solución de continuidad- protestas en todo el país por el tarifazo, escraches, repudios, huelgas y conflictos sindicales, "frutazos", piquetes y cortes de ruta.
Y a la inversa: ellos disponen del soporte del poder económico, el aparato de seguridad e inteligencia, buena parte del partido judicial, el apoyo de los medios hegemónicos y la “colaboración” de buena parte de la “oposición responsable”, pero no podrían gobernar porque “les viven poniendo palos en la rueda”.
Les soltaron la correa a los servicios para que operen libremente y sin control, los utilizan para armar operaciones para pasarse facturas internas (como el caso de la Aduana y Gómez Centurión), y los desestabilizadores somos nosotros. No juntan ni 100 tipos en el obelisco en defensa del gobierno, y están a punto de caer por culpa nuestra.
Les soltaron la correa a los servicios para que operen libremente y sin control, los utilizan para armar operaciones para pasarse facturas internas (como el caso de la Aduana y Gómez Centurión), y los desestabilizadores somos nosotros. No juntan ni 100 tipos en el obelisco en defensa del gobierno, y están a punto de caer por culpa nuestra.
En un refrito incomible de cosas distintas mezclan hechos linderos con lo delincuencial con manifestaciones de protesta social o disidencia política, y se las endilgan todas a Cristina y al kirchnerismo; tergiversando los hechos y dando por ciertas falsedades comprobadas (como la mujer de la campera roja que de la Villa 31 voló a Mar del Plata, o los piedrazos al auto de Macri) crean una plataforma para avanzar en la idea del “plan de desestabilización” contra el gobierno.
Recortan la violencia política o social según quien la sufre o quien la dispensa: por ejempo, nada dicen sobre Milagro Sala y el Estado policial implantado por Gerardo Morales en Jujuy, los balazos a los locales de la Cámpora y Nuevo Encuentro, las represiones y palazos varios aplicados a los que protestan en diferentes puntos del país, como el ingenio Ledesma, la autopista Buenos Aires-La Plata o los trabajadores azucareros salteños, reprimidos por la policía de Urtubey, un opositor “que apuesta a que al gobierno le vaya bien”.
Estigmatizan como delincuencial toda manifestación de reclamo o protesta contra las políticas del gobierno, en un preocupante contexto de retroceso objetivo en materia de respeto por los derechos humanos en el país y de persistencia de las políticas de memoria, verdad y justicia, donde los genocidas condenados (que “entran por una puerta y salen por la otra”: la de la prisión domiciliaria) se sienten alentados a la bravuconada y la amenaza fácil para las víctimas, sus familiares y los organismos de derechos humanos; como ocurrió al conocerse la sentencia en la causa de “La Perla”.
Vuelven a refugiarse en la astucia tradicional de la derecha de asimilar protesta con violencia, aislando las manifestaciones de ésta de las condiciones objetivas que la generan, y tomando a esa violencia (supuesta o real) como un permiso para dispensarla ellos, si creen llegado el caso: ahí están las amenazas de Pato Bullrich a los que protestan, que se traducen luego en palazos y balas de goma concretos y sonantes.
Mientras tanto y en medio del humo de las denuncias de campañas desestabilizadoras que se lanzan irresponsablemente al aire, los datos apabullantes de la realidad (aun los aportados desde el mismo gobierno, recortados o minimizados) hablan por sí solos: caen el empleo, el nivel de actividad, los salarios, el consumo, las ventas y la inversión.
Los empresarios se deshacen en elogios a los “cambios” introducidos por Macri y su gobierno y en expresiones de deseos optimistas sobre el venturoso futuro, pero no abren la billetera y las inversiones no llegan; ya no en forma de lluvia, sino siquiera al menos de garúa finita.
Los empresarios “apoyan” y “acompañan”, pero no confían: para invertir exigen medidas socialmente intragables, como una reforma laboral flexibilizadora o insistir con los tarifazos; y posponen las inversiones porque dudan de la capacidad del gobierno para imponerlas: un círculo vicioso que el gobierno no puede romper; generando una situación de impotencia ante el cual reaccionan (Macri, los funcionarios, las principales plumas de los medios hegemónicos) con paranoia y pánico, porque no aparece la luz al final del túnel; y no encuentran la linterna.
Imaginan una posible reaparición de Cristina en el terreno electoral, en la provincia de Buenos Aires y propinándole al gobierno una derrota decisiva para la consolidación de su proyecto político. El miedo propio avanza más rápido que el armado electoral consistente ajeno.
Pero a menos que oponerse a las políticas de un gobierno e intentar vencerlo en las urnas se haya vuelto desestabilizador, lo que estamos viendo es lo mismo de siempre: el espectáculo decadente de los “repúblicos” preparando su retirada tras otro fracaso, del que una vez más -y para variar- responsabilizarán a la barbarie y la negritud encarnadas en el peronismo; aunque buena parte de ese mismo peronismo venga fungiendo en estos ocho meses como "oposición responsable, que aporta a la gobernabilidad".
Eso, o buscan el pretexto justo para ir a fondo en un ajuste social y políticamente inviable, y el correlativo (e indispensable a esos fines) diseño de un Estado policial, con formas cada vez más crecientes de represión.
4 comentarios:
Lo grave es que el Ministro del Interior y Transporte haga acusaciones sobre la base de la resistencia natural de los ajustados al ajuste, formando parte de las operaciones mierdáticas, escalando un conflicto que se dirime entre un Gobierno con definidas políticas antipopulares que debería tratar de hacerlas de manera inteligente y quienes son su objetivo para pagar el pato de la boda.
"El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, aseguró que "claramente hay un sector de la dirigencia que pone palos en la rueda" y analizó que esos referentes lo que no entienden es que para que le vaya bien al país, le tiene que ir bien al Gobierno y al Presidente de la Nación.
"¿Usted cree que hay sectores que quieren que Macri no termine su Gobierno?", preguntó Luis Novaresio en radio La Red. Y Frigerio contestó: "En general no lo expresan de esa manera, pero a alguno que otro se le escapó; lo importante y lo mayoritario es el apoyo a la gobernabilidad"."
Eso es el juego de la política, le guste o no a este señor que cree que está en un cuartel dando órdenes, ¿o acaso es necesario aceptar castigo porque si para que se complacer a los patroncitos?
Nunca menos y abrazos