Tuni Kollmann vuelve a las andadas x Juan José Salinas

Luego de hablar en el acto de la Asociación 18-J en Plaza de Mayo, leí la crónica de Raúl Kollman en Página/12 y me atraganté. Hasta que el fiscal Nisman regresó de Europa en plena feria judicial para presentar su insustancial brulote contra la presidenta Fernández de Kirchner y su canciller, Kollmann impulsaba una complicada maniobra para “probar” que en el atentado a la AMIA habría habido una Trafic cargada de explosivos que arremetió contra su puerta metálica y logró introducirse parcialmente antes de que su chófer, supuestamente libanés y de Hezbolá, se suicidara al detonar su carga y demoler así el edificio. Tras reconocer que del grumo de sangre encontrado en un pedazo de metal que perteneció al pedal acelerador de una Trafic que, dicen, se encontró entre los escombros de la mutual no se podía establecer ningún ADN (como ya lo había dictaminado la Policía Federal hace muchos años), Kollmann argumentó que con técnicas de última generación acaso pudiera establecerse si el portador de aquella sangre era un natural de Medio Oriente, es decir, un árabe. Un delirio racista ya que genéticamente también hay judíos sirios, orientales y yemeníes cuya genética es infinitamente más parecida a la de los árabes que a la de los judíos ashkenazis, descendientes de los kázaros de la mitteleuropa y Europa oriental. (Ver abajo de todo, las notas relacionadas).


20/07/2016AMIA, Atentados, Caso Nisman, Exterminio, Historia, PeriodismoAlberto Nisman, AMIA, Hermanos Berro, Raúl Kollmann, Trafic

Desde la muerte de Nisman, el exilio de Stiuso y la caída en desgracia de sus rivales dentro de la AFI (ex SIDE) Kollmann se había limitado a hacer buen periodismo, porque se trata de un profesional sumamente capaz y muy trabajador con un único defecto: le gusta mucho el dinero.

No sé si su actitud se debe a que es miembro de la comisión directiva de Hacoaj, el club más paquete de la comunidad judía, porque vive en un country dónde viven otros judíos prominentes ligados a las principales instituciones de la comunidad (AMIA, DAIA, OSA) que siguen los lineamientos establecidos por el gobierno fascista y racista de Israel; por compromisos contraídos con el anterior propietario del diario en el que escribe, Fernando Sockolowicz (presidente del Centro Wiesenthal para Latinoamerica y que fue -y acaso siga siendo- socio de Sergio Szpolski, a la vez  asociado con “Jaime” Stiuso en el pingüe negocio de la vigilancia privada) o por los compromisos del actual director del diario, Ernesto Tiffemberg, con una comunidad judía alineada con el encubridor Beraja e Israel, o de su protector, Horacio Verbitsky con la Fundación Ford y el ala “liberal” del Partido Demócrata estadounidense… realmente no lo sé. Lo que si sé es que Memoria Activa es carne y uña con el CELS y, curiosamente, nunca ha puesto en duda la existencia de vehículos-bomba en los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA… lo que si ha hecho el presidente del CELS, Verbitsky, el mejor periodista de estos pagos, que fuma debajo del agua, nada guardando la ropa y no da puntada sin hilo.

Pero como ya hasta Jorge Lanata y Gabriel Levinas, autores respectivamente de Cortinas de humo y AMIA: La justicia debajo de los escombros han vuelto a decir (desde que arreglaron con Clarín, habían enmudecido) que hace muchos años saben positivamente (y en el caso de Levinas, que ha demostrado fehacientemente) que jamás existió tal Trafic-bomba, y siendo como es que la supuesta existencia de este supuesto vector es la piedra basal del encubrimiento, Kollmann se cubre escribiendo que:

Se-vende-pedal-de-acelerador-de-trafic-v-184283438_1

… hay rastros, que podrían ser genéticos, de un supuesto suicida en la Trafic que –según los jueces– estalló frente a la AMIA. Tras 22 años ni siquiera se terminó de evaluar si es posible conseguir un perfil genético de quien estaba sentado al volante.

Adviértase el truco. Primero Tuni se cubre diciendo que a él no le consta la existencia ni del chófer ni de la camioneta, que eso es cosa de los jueces, y seguidamente añade que no se sabe quien la conducía… Lo que me recuerda al chiste aquel del acusado de homicidio que entró al juzgado gritando: “Yo no lo maté, y además el cuchillo no es mío”. Es de manera tan burda, como Kollmann pretende naturalizar la supuesta existencia de una camioneta que nadie vio. Porque sólo hubo una enfermera que dijo haber visto una Trafic beige (los restos de chapa encontrados eran blancos) y con el volante a la derecha, y que luego admitió haber ido a declarar por presión de un alto oficial del cuerpo de bomberos de la Policía Federal, cuerpo al que pertenece el Departamento de Explosivos, involucrado hasta la coronilla el ataque y las maniobras posteriores de destrucción y adulteración de evidencias. Hasta el punto de que disfrazó el asesinato del bombero Alberto Cánepa Carrizo (que denunciaba a sus superiores) como suicidio, a pesar de que recibió dos tiros, uno en el pecho y otro en la cabeza, estando adentro del cuartel de La Recoleta.

Aunque Kollmann demuele la (des) investigación de Nisman, sorprendentemente rescata que

Según sostuvo Nisman, el suicida que se incrustó en la AMIA fue el libanés Ibrahim Hussein Berro. Hay dos hermanos que viven en Chicago, Abbas y Hassan, que se negaron a extraerse sangre. Sin embargo, hoy por hoy, existen métodos para obtener el ADN de los hermanos Berro y contrastarlo con lo encontrado en la AMIA. Eso no se hizo: recién se le pidió a las autoridades norteamericanas en noviembre de 2015.

10615410_872953512745437_2874077539024510073_n
Kamikaze japonés. La supuesta existencia de un suicida libanés es la piedra basal del encubrimiento.
No tengo noticias de que los hermanos Hassan y Abbas Berro se hayan negado a dejarse extraer  sangre. Lo que si sé es que en septiembre de  2005 Nisman, el fiscal que por entonces lo secundaba, Marcelo Martínez Burgos y Antonio Horacio Stiuso fueron a Detroit (no a Chicago como señala Kollmann) a presenciar el interrogatorio por parte de una fiscal local de dos hermanos del supuesto kamikaze, Ibrahim Husein Berro. Y que ambos les explicaron que su hermano Ibrahim estaba tullido a causa de un bombardeo israelí;  que nunca pisó Sudamérica y que había muerto en el sur del Líbano en septiembre de 1994 a consecuencia de un nuevo bombardeo israelí. Esta negativa no arredró a Nisman que, empujado por Stiuso, al volver a Buenos Aires distribuyó a los periodstas un informe donde afirmó taxativamente que sus hermanos habían confirmado que el finado Berro había sido el chofer suicida que se había estrellado contra la AMIA. Y pudo hacerlo sin contratiempos porque gozaba de un blindaje mediático prácticamente total.

Repito: El informe de diez páginas que Nisman distribuyó entre los periodistas mintió que los dos hermanos del finado Ibrahim Hussein Berro habían confesado en Detroit que éste había sido el chófer suicida que había arremetido contra la AMIA. Nisman dijo que lo entregado era un resumen de una presentación judicial de cientos de páginas. La supuesta confirmación de la identidad del kamikaze que se había llevado puesta la mutual judía fue tapa de todos los diarios y cabeza de todos los noticieros, pero tamaño globo se pinchó a las pocas horas cuando Rolando Hanglin entrevistó telefónicamente a uno de los hermanos Berro, que negó enfática y vehementemente todo lo dicho por Nisman. Claro que los medios argentinos le concedieron a esta negativa (luego confirmada por la justicia estadounidense) un ínfimo espacio,

Por suerte, todavía quedaban periodistas probos, que ennoblecen el oficio. El sábado 13 de mayo de 2006 Jorge Urien Berri publicó en La Nación (“Más dudas sobre el chofer suicida”) que ante la fiscal de Michigan, Barbara McQuade, y los fiscales Nisman y Marcelo Martínez Burgos, los hermanos Hassan y Abbas Berro habían desvinculado “por completo a su hermano Ibrahim Berro como chofer suicida de la camioneta Trafic” y que “incluso uno de ellos aseguró haber estado con Ibrahim una o dos semanas antes de su muerte, ocurrida el 9 de septiembre de 1994. Es decir, que lo había visto después del atentado contra la AMIA”.

En fin, que Stiuso y Nisman engrupieron a la opinión pública con la complicidad de un conjunto de periodistas ¿cómo decirlo? ¿comprados?

Tuni Kollmann hace como que ignorara aquel blooper, y remata:

Por último, se está haciendo algo que debió hacerse desde el primer día: tratar de conseguir el ADN de las 84 familias de las víctimas. En caso que aparezca un perfil genético que no es de ninguna de esas familias, se estará ante el suicida o de alguien (?) vinculado al atentado.

Una tontería, porque gran parte de su nota se refiere a la existencia de un cadáver sin identificar al que alguién le cortó los dedos. Es obvio que Kollmann no pretende que correponda al supuesto chófer suicida (imagínénselo: fuera de que le faltan los dedos está casi íntegro cuando casi no hubo restos del vehículo… lo que, dicho sea de paso, jamás sucedió en otras latitudes, sólo aquí, en Buenos Aires), sino al grumo de sangre reseca que hay en un fierrito que alguna vez pertenecíó al pedal de aceleración de una Trafic.

Kollmann pretende que si ese grumo no pertenece a alguien declarado, tiene que ser necesariamente de “alguién vinculado al atentado”, sin aclarar cual podría ser ese  vínculo, ya que todos los occisos están vinculados… por su condición de víctimas. Todo para que, además de los interesados en encubrir y desviar, los despistados sigan diciendo “¿Viste?: Se demostró la existencia del chófer suicida y de la camioneta bomba”. Caca de vaca.

Para mayor escarnio, luego de dar la noticia de que Diaria Malamud -el rostro de  Memoria Activa- reveló en una entrevista radial que

“Mario Cimadevilla, designado por el Gobierno para el caso AMIA, nos dijo que no había pruebas para pasar un proceso judicial. De manera que quieren armar un juicio en ausencia sin tener siquiera las pruebas”.

Kollmann se olvida de lo que acaba de escribir y luego de explicar que el pretendido juicio en ausencia a los iranies acusados por Nisman es un adefesio inconstitucional, una de cal y otra de arena, escribe que

Es inminente la presentación del proyecto de ley para juzgar el caso AMIA en ausencia. El Gobierno y la dirigencia comunitaria judía querrán conseguir la aprobación del texto y, después, buscarán una condena para exhibir internacionalmente contra Irán. No habrá más que eso, con escasas pruebas.

Con lo que retrocede en chancletas respecto a la admisión de Cimadevilla de que carece totalmente de pruebas. Porque una cosa es no tenerlas, y otra muy diferente que sean “escasas”.

Y es que Kollmann no quiere enfrentar a quienes insisten en montar una parodia de juicio que condene a la República Islámica de Irán sin la menor prueba de que haya tenido algo que ver con los atentados.

Todo esto por la imposibilidad absoluta de Kollmann, de la animosa cohorte de alcahuetes de la CIA, el Shin Beth y el Mossad (que a través de Silvia Majdalani y Stiuso siguen manejando la AFI)  y de muchos judíos que fueron o son sionistas de admitir algo que (e invito a cualquiera a debatirlo en público) hace rato tengo claro: Aunque no fueron ellos quienes pusieron las bombas en la Embajada de Israel y la AMIA sino antisemitas gustosos de matar judíos que recibieron el encargo desde el entorno del presidente Menem,  los servicios de inteligencia de Israel le dieron luz verde a los asesinos e incluso colaboraron con su éxito e impunidad en función de sus objetivos: sabotear los acuerdos de Oslo entre Isaac Rabin y Yasser Arafat –en el caso de la Embajada de Israel–  y, sobre todo, dinamitar las relaciones entre Argentina e Irán, que se había convertido en nuestro mejor cliente.

Como no les bastó con los 22 muertos de la Embajada de Israel, redoblaron la apuesta en la AMIA y llevaron la cuenta a 107.

Repito y reitero: desafío a Kollmann y a quien sea a debatir estos temas en público.

**

Nota relacionada nro. 1: http://pajarorojo.com.ar/?p=2288
Nota relacionada nro. 2: http://pajarorojo.com.ar/?p=12157

**


Entradas populares de este blog

El antigal

Infames