Caso AMIA: Y si Irán no fué?

por el blog de Abel.

https://abelfer.wordpress.com/2015/08/03/amia-y-si-iran-no-fue/

Hace años que escribo, en el blog y en otros sitios, sobre el atentado en 1994 a la AMIA. Siempre lo hice tomando en cuenta la política local y la internacional, y – un poco – el aspecto humano. Nunca especulé sobre sus autores, por una razón simple: Nunca se hicieron públicas pruebas convincentes. Ni siquiera indicios serios.


Las acusaciones que figuran en los expedientes judiciales hacia posibles cómplices locales están cuestionadas, y el juez que las aceptó – Galeano – está acusado por sobornar a los autores. Y todas las que señalan a extranjeros han sido proporcionadas por servicios de inteligencia extranjeros. Que pueden conocer la verdad, o no, pero su trabajo no es divulgarla, sino servir los intereses de sus respectivos países.

Es inevitable: Argentina no tiene servicios de inteligencia en condiciones de reunirla con eficacia en el Medio Oriente, o, en general, en el exterior. Y sus gobiernos han preferido que trabajen en el interior, con las únicas excepciones que conozco del Directorio y de Rosas.

El hecho es que el amigo Daniel Arias, periodista científico y frecuente colaborador del blog, comentando en un reciente posteo acercó hechos que hacen dudoso que Irán haya participado en el atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires, dos años antes y probablemente vinculado. Lo subo aquí por el interés del asunto, por lo que nos cuenta de la tecnología nuclear argentina, y por un dato más que agrego al final.

“Añado un dato chico olvidado bajo el polvo, pero que me hace creer que los iraníes no fueron los responsables de lo de la Embajada ni los de la AMIA. Cuando fue lo de la embajada, todavía eran clientes nucleares de la Argentina. Los podríamos haber castigado feo.

La historia es sencilla: en 1967 el Shah Reza Pahlevi había comprado un reactor experimental yanki que, típicamente -como todos los aparatos de los ’50 y ’60- tenía un núcleo de uranio enriquecido al 90%. Es decir con un 90% de U235 y sólo un 10% de U238.

En el uranio natural, tal cual sale de la mina y se refina en planta industrial como dióxido en una arena llamada “Yellow cake”, la proporción de U235 es bajísima, el 0,7%. Eso es lo que se llama uranio natural, y hacer una reacción nuclear con un combustible tan pobre es un milagro, pero uno que en Argentina dominamos.

Enriquecer uranio es una tarea titánica en gasto de energía. Desde fines de los años ’70 tiene tres estadíos importantes: el primero es un enriquecimiento de entre un 3 y un 5% de U235, “grado central núcleoeléctrica”, el 2do es un enriquecimiento del 20%, “grado reactor de investigación, reactor de producción de nucleídos, o reactor multipropósito”. El tercer estadío es 90%, hoy considerado “grado bomba”.

La “pendiente energética” del 20 al 90% se transita con facilidad. Pero del uranio natural al grado reactor, no hay pendiente: hay acantilado; allí ocurre el gasto más brutal de energía.

En épocas de Carter, la Atomic Energy Commission de los EEUU cayó en la cuenta que había en el mundo más de 160 reactores de los llamados “de investigación” con un núcleo formado por centenares de kilos de uranio enriquecido “grado bomba”. La mayor parte, vendidos por los propios EEUU, Inglaterra y Francia. Es decir, se vieron en un megombo armado por ellos mismos.

Con los bandazos geopolíticos del mundo entre los ’50 y los ’70, muchos de estos aparatos habían quedado “en territorio comanche”; es el caso del TTR 5 de Teherán, un aparato yanki de tipo pileta abierta y 5 megavatios de potencia térmica suplido por EEUU a la monarquía persa bajo salvaguardas de OIEA. Ahora el lugar estaba custodiado por la Guardia Islámica.

Salvaguardas o no, la constatación hizo correr un escalofrío por toda la OTAN extensivo a la parte soviética y china del Consejo de Seguridad de la ONU, que son tan refractarios como Inglaterra o Francia a que la fabricación de armas se vuelva una tecnología de países de segunda. El Club Nuclear para tener palanca debe ser chico.

El resultado fue que el Organismo Internaciona de Energía Atómica, perteneciente a la ONU y con base en Viena, dio mandato para rescatar a velocidad warp todo núcleo de uranio grado militar que hubiera quedado en países antipáticos y sospechosos o capaces de iniciar programas nucleares bélicos. Si eran armamentistas pero no tan antipáticos (Israel, Sudáfrica pre-Mandela), el OIEA podía fingir distracción.

En el apuro, la OIEA contrató a la entonces desconocida INVAP para reemplazar el núcleo del TTR 5 de Teherán. Los iraníes, contentísimos, se prepararon para ver un poco de ingeniería en acción, algo bastante más excitante que una compra llave en mano.

Corría 1987 y el recién inaugurado RA-6 de Bariloche, construido por INVAP en 5 años, daba pruebas al mundo de que la empresita rionegrina sabía construir buenos reactores con núcleos mucho menos “picantes”. No era una habilidad desarrollada por las empresas nucleares yankis, porque nadie jamás las impulsó a ello. Así todavía hoy en cualquier universidad yanki con un reactorcito, te encontrás con uranio grado bomba no muy lejos de las aulas. Y si le sugerís a la universidad un recambio, el “board” te va a mirar parpadeando, como el dueño de una Ferrari al que le ofrecés un conversor de GNC.

INVAP tuvo que rediseñar todo el TTR 5, porque un núcleo enriquecido al 20% es mucho más voluminoso y mucho menos reactivo. El trabajo llevó hasta 1993, cuando el reactor se puso de nuevo crítico, y antes de retirarse, la Argentina dejó suficiente combustible como para operarlo a potencia máxima hasta 2011.

Es sabido que Irán más tarde usó el TTR 5 ilegalmente, fuera de salvaguardias, para trazar los palotes iniciales de un programa de investigación secreto: irradió dióxido de uranio natural en ínfimas cantidades, para luego ensayar a escala de laboratio los procesos radioquímicos de separación unos pocos gramos del plutonio 239 resultante, por ejemplo. Cuantitativamente, muy lejos de los 6,2 kg. de plutonio que necesitás para una bomba de implosión tipo “Fat Man” como la de Nagasaki, y de los 3 kg. que usa una implosiva “tuneada” con tritio como la aerodinámica W54 yanki, tan de moda en los 60.

Lo que te da la pauta de lo sensibles que son los sistemas de detección y contabilidad nuclear del OIEA es que a los iraníes los agarraron perreando gramos de plutonio, nomás, y las alarmas saltaron. Por suerte, para aquel entonces las ranadas que hiciera Irán con su chiche nuevo ya no eran asunto de la Argentina. La OIEA nos había contratado, hicimos el trabajo, nos fuimos, chau.

Las que hicieron los iraníes después, el desarrollo de ultracentrífugas para enriquecimiento masivo de grandes cantidades uranio, son un asunto más reciente, más caliente y no es asunto nuestro.

Si los EEUU y la UE ahora pactan con Irán que la mayor parte de estos aparatos salga de servicio y a Israel le salta la térmica y dice que los persas van a perrear el acuerdo, es cosa de Israel. Para el caso, si Israel tiene un arsenal atómico secreto de al menos 300 armas, desarrollado a vista y paciencia del OIEA, EEUU y la UE, tampoco es asunto nuestro.

No damos el pinet para policía nuclear del mundo, si alguien nos ofrece el trabajo. Lo único que la Argentina debe hacer es desarrollar su programa pacífico propio, y decir: “Snifff, snifff, qué bélicos que andan todos, che”, en los foros internacionales correspondientes.

Aquí tenemos dominados los 3 métodos de enriquecimiento. El día que tengamos 5 o 6 centrales nucleares, y con tan poco uranio en nuestra geología, va a haber que darle escala industrial al que califique como más eficiente (a elegir entre “la Moulinex”, como llaman aquí en la CNEA a las centrífugas, o “la lamparita”, para el láser). Y si a alguien en el hemisferio erróneo no le gusta, paciencia, pan criollo y frente diplomático con Brasil, país experto en torear al OIEA y hacerle pito catalán sin ligarse encima al US Marine Corps.

Pero lo que quiero destacar aquí es que el atentado de la embajada de Israel ocurrió el 17 de marzo de 1992, cuando todavía INVAP le daba los últimos toques al reactor TRR 5 de Teherán. Todavía eran clientes.

Si la Argentina hubiera tenido certeza que el ataque venía de ese lado, a INVAP le bastaba irse de Teherán sin dar el final de obra, y a la CNEA dejar a al TRR 5 sin stock de combustible para su vida operativa futura, en lugar de generosamente munido. Habría sido una sanción instantánea y dura, habida cuenta de que en 1992 los persas andaban todavía estrenando sus pañales atómicos“.

¡Sorpresa! ayer 2 de agosto leo en Clarín (insospechable de prejuicios antiisraelíes o – Dios nos libre – antinorteamericanos) un extenso reportaje de María Laura Avignolo al ingeniero en física nuclear Darío Jinchuk, un argentino que fue Jefe de Relaciones Internacionales en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en Buenos Aires hasta el 2007, luego trabajó hasta el 2014 en la OIEA, el organismo Internacional de Energía Atómica en Viena, y hoy es consultor internacional, independiente, en Austria.

Jinchuk revela algunas historias fascinantes sobre los argentinos que contribuyeron a desarrollar nuestra tecnología nuclear… y después otras: siete científicos argentinos despedidos de la CONEA cuando subió el presidente Cámpora que de inmediato son contratados por Irán en 1973, para dar inicio a su primer plan nuclear en el tiempo del Sha. Fueron sus verdaderos mentores.

El reportaje es aún más extenso que el comentario de Daniel, asi´que se los enlazo para que lo lean en Clarín. Hay algunas diferencias en las versiones, de modo que los expertos en lo nuclear podrán discutirlas. La clave es que Jinchuk afirma que “la colaboración y negociaciones entre Argentina e Irán duraron hasta 1997, después de los atentados a la embajada de Israel y la AMIA, cuando finalmente Argentina le pagó una fuerte y debatida indemnización a Teherán, porque Estados Unidos forzó a cancelar los contratos”.

Dejo la investigación a los Sherlocks locales y del exterior. Lo que me parece importante es que nosotros (incluyendo el futuro presidente) tomemos conciencia que el “caso AMIA”, en buena parte por la irresponsabilidad de gobiernos y jueces argentinos, es un tema ante el cual Argentina todavía debe asumir una postura coherente. La “denuncia de Nisman” puede ser ridícula – lo es: la motivación que atribuye al gobierno argentino es absurda, y está basada en escuchas a personajes de cuarta – pero la muerte del fiscal le dio la seriedad que siempre la muerte comunica a las cosas.

Y parece evidente que ni Irán, ni EE.UU. y las otras Potencias que firmaron el reciente acuerdo con él están muy interesados en el asunto. Natural: la “búsqueda de la verdad” no es un objetivo geopolítico. Pero Argentina necesita una “historia oficial”, para los argentinos y para el mundo, y sólo la podrá elaborar, a esta altura de los hechos nuestro Poder Judicial, manejándose con más sabiduría, prudencia y patriotismo que lo que mostró hasta ahora en este caso. El futuro gobierno – que, está visto, será el que complete la Corte Suprema – debe tenerlo claro.

This entry was posted on 3 agosto 2015 at 2:05 and is filed under ciencia y técnica, política, política internacional. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.

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