Uno de marzo

Se da vuelta la taba

PoR JUAN SALINAS

La fulminante recreación de la empresa Ferrocarriles Argentinos, sus explicaciones sobre el affaire Nisman y sus dos escritos antagónicos y los oscuros y todavía inexplicables motivos de su obligada (el mismo lo expresó así) presentación en plena feria judicial con forum shoppingincluido, de infundadas acusaciones contra la Presidenta y su Canciller, así como las responsabilidades por la no resolución y la descripción de un Poder Judicial sedicioso que quiere gobernar sin que nadie lo haya elegido, fueron algunos de los hitos de un discurso histórico de una Presidenta a la que aún en el mejor de los casos mucho vamos a extrañar.

Cristina dejó claro que la intempestiva presentación de Nisman fue un golpe de efecto, un manotazo de ahogado impulsado por los halcones de Israel y los Estados Unidos para sostener la infundada acusación a Irán de haber ordenado el atentado a la AMIA, buscando homologarlos con los sucesos de París en la revista Charlie Hebdo y un supermercado kosher, los que, al decir de un conoisseur como Jean Marie Le Pen, el líder histórico del fascismo francés, tuvieron el inocultable olor de las manipulaciones de los servicios galos.

El semblante de la Presidenta mudó cuando algunos legisladores (entre los que sobresalía Claudio Lozano, que siempre procura "correrla por izquierda") pusieron un cartel que decía AMIA (junto a pedidos de "apertura de archios" y aceleración del juicio por encubrimiento). Dijo entonces –satisfaciendo un reclamo de Pájaro Rojo– que había que pedir también por la investigación de su precedente contra la Embajada de Israel (17 de marzo de 1992) donde, dijo, hubo 29 muertos.

Mientras lo decía, Cristina miraba fijamente a Ricardo Lorenzetti, presidente de una Corte Suprema que mantiene a un secretario especial, Esteban Canevari, y sus colaboradores, sentado sobre el expediente sin que haya el menor movimiento perceptible desde hace 16 años.

Por no saberse, ni siquiera se sabe cuántos muertos hubo en la Embajada. En los primeros momentos, el embajador Shefi dijo que eran más de cuarenta, con el paso de los años la cifra se estabilizó en 29, que es la que suelen dar los medios. En la realidad, sólo hay 22 muertos identificados.

Cristina ironizó acerca de que el Estado de Israel, que se la pasa reclamando justicia para los muertos de la AMIA, nunca ha sido querellante ni impulsó en lo más mínimo la investigación del atentado a su sede diplomática en Buenos Aires.

Le reclamó a Israel que viabilice que el ex embajador Avirán, que dijo que Israel ya había dado cuenta (es decir, que los había eliminado) a quienes detonaron las bombas, venga a declarar ante la UIF-Amia. Y bien podría haberle reclamado –es una sugerencia– que permita que venga a declarar el experto en explosivos de la policía de Tel Aviv Jacob Levy, quien llegó a Buenos Aires al día siguiente del ataque a la Embajada (17 de marzo de 1992) e hizo un informe en que consignó que nadie vio a la supuesta camioneta-bomba, dio los motivos por las cuáles estimó que no había existido, y dejó constancia de su desazón porque el Shin Beth (el servicio de contraespionaje que también se encarga de custodiar las embajadas israelíes) se negó en redondo a darle los videos que necesariamente debían haber tomado las cámaras que tenía la legación diplomática en varios puntos de su fachada.

Cuando se realizó una sesión que la Corte pretendió secreta para absolver posiciones irreconciliables entre los peritos de la Academia Nacional de Ingeniera, convocados por la Corte –que dictaminaron que a Embajada había sido destruida por una explosión interna– y los de la Policía Federal y la Gendarmería que (después de un sorprendente cambió de posición del segundo comandante Osvaldo Laborda) habían cerrado filas en torno a la hipótesis común –plantada por los asesinos y levantada de inmediato por el Shin Beth– de que la Embajada había sido derrumbada por una F-100 repleta de explosivos, Israel no permitió que Jacob Levy viniera a la Argentina a ratificar su aquel informe o desdecirse. Tiempo después, cuando visitó Israel, Carlos Corach lo fue a visitar.

Cristina señaló expresamente como principal encubridor al ex presidente de la DAIA y "banquero vaciador de bancos" Rubén Beraja, y, tácitamente, al Estado de Israel.

Destacó y enfatizó su interés en la rápida realización del juicio AMIA 2 contra quienes se conjuraron para desviar las atenciones acusando falsamente a un grupo de policías bonaerenses con el obvio fin de garantizar la impunidad de los asesinos.

Dirigiéndose a los legisladores que habían levantado un cartel que decía "AMIA" y con la mirada fija en el presidente de la Corte –que se esforzaba en mantenerse impávido– Cristina dijo que es a ésta a la que hay que reclamarle que el juicio se haga en tiempo y forma. En realidad, pidió que se haga en los plazos ya prefijados, esto es en la segunda mitad de este año, ya que lo que se dice "en forma" no se hará, ya que el principal estratega del encubrimiento, Corach, inicialmente protegido por el juez Ariel (que fue su empleado y del que Corach fue padrino) será juzgado aparte.

Cristina dijo que nada indicaba que los ataques se hubieran producido por motivos de fundamentalismo religioso, y que en cambio poco después del segundo atentado, en 1995, el primer ministro israelí Isaac Rabin –un héroe de la Guerra de los Seis Días que se proponía la devolución de los territorios ocupados al estado palestino en ciernes y de la meseta del Golán a Siria a cambio de un acuerdo de paz global, y que ya había permitidó que Yasser Arafat estableciera su cuartel general en Ramalá– había sido asesinado por fanático religioso, un ultraortodoxo judío (con notorios lazos con el Shin Beth, añado yo).

Desde entonces, los laboristas, "la centroizquierda", no volvió a gobernar, y se da la paradoja que sucesivos ex jefes del Mossad (el espionaje) se han manifestado "a la izquierda" del premier Netaniahu, particularmente opuestos a un eventual ataque "preventivo" de Israel a Irán, propuesto por los halcones de Shin Beth y Amal (el servicio de inteligencia militar). El Mossad tiene un pensamiento estratégico y sus cuadros saben de sobra que, si quiere sobrevivir, el Estado de Israel necesariamente tiene que pactar un acuerdo con sus vecinos, todos mayoritariamente árabes y musulmanes.

Cristina fue clara al señalar a la DAIA (que sigue siendo dirigida desde las sombras por Beraja: recuérdese que tanto la DAIA como la AMIA aceptaron en principio el acuerdo con Irán para que el juez Canicoba Corral y Nisman fueran a Teherán a interrogar a quienes el fiscal acusaba, y horas después, luego de que sus directivos recibieran un tirón de orejas, cambiaron de opinión), al Estado de Israel y a la Corte Suprema como los mayores encubridores, ya sea por acción u omisión.

Podría decirse mucho sobre el señalamiento de Cristina del "Partido Judicial" como la rémora reaccionaria que intenta de impedir una reforma imprescindible a fin de perpetuar sus privilegios, y su inocultable pretensión de gobernar a través de una catarata de cautelares, pero seguramente otros podrán hacerlo con mayor elocuencia.

Prefiero limitarme a dar cuenta de la fortísima emoción que experimenté al ver a mi Presidenta unir los muertos de la Embajada de Israel y de la AMIA (casi en su totalidad de nacionalidad argentina y boliviana) con los del exterminio ejecutado en los años '70 cuyos responsables están siendo juzgados a lo largo y ancho del país. Y es que los atentados de los '90 nunca hubieran tenido lugar sin el Terrorismo de Estado. Porque, como ya denuncié en 1997 en Madrid ante el juez Baltasar Garzón, las bombas fueron colocadas y detonadas por mercenarios locales cuyos jefes integraron los "grupos de tareas" de la dictadura.

Algunos de los que sobrevivimos al exterminio de "la crema" de una generación sensible ante las injusticias y esperanzada con un cambio drástico de la dirección de destrucciòn de la especie y su entorno (o viceversa), nos juramentamos por nuestros muertos a que nunca, jamás y por ningún motivo convalidaríamos, ni por acción ni por omisión, asesinatos políticos y, menos todavía, matanzas colectivas.

Entré a la causa AMIA de carambola, sólo porque el presidente de la AMIA, Alberto Crupnicoff contrató a Pedro Brieger y éste me vino a ver (porque le había gustado el "Gorriarán…" que escribí con Julio Villalonga ) para que formáramos un grupo de investigación del atentado. Pero que haya sido así, casi de chiripa, no podía eximirme de cumplir aquel mandato.

Lo digo hoy, en un día histórico. Porque entre otras cosas señeras, todo indica que también en este tema, por fin, comienza a darse vuelta la taba y después de tantos años hay esperanzas de que se aclare quienes y por qué mataron a más de cien semejantes.

Coherencias

Al cumplirse los cinco años del atentado a la AMIA, en 1999, las diputadas Elisa Carrió y Cristina Fernández de Kirchner participaron juntas en un programa de Almorzando con Mirtha Legrand. Entonces, CFK, ante preguntas de la anfitriona, dijo que los atentados se daban en el marco de "una lógica de la impunidad que no viene de ahora, que viene de antes del atentado a la AMIA (…) porque la Obediencia Debida, el indulto y el Punto Final crearon en la Argentina una lógica de la impunidad. Como no van a participar, digo yo, Ribelli (sic, entonces todavía creía en esa pista fabricada) y otros tipos de la Federal en esto, si hay una lógica de la impunidad: En este país desaparecieron 30.000 argentinos y a nadie le pasó nada. Hay una lógica de 'puedo hacer cualquier cosa y a mi no me pasa nada'".
— ¿La SIDE no sabía?—preguntó Mirtha-
–La SIDE… y la Federal—respondió Cristina. Porque hay una responsabilidad de la Policía Federal a través del DPOC, el famoso Departamento de Protección del Orden Constitucional, que no investigó y es más, uno de sus jefes, el comisario Castañeda, está procesado por desviar la investigación… Pero la lógica de la impunidad es la que usaron y usan en su funcionamiento los organismos de seguridad e inteligencia, que no se modificaron absolutamente en nada. Vienen desde hace décadas funcionando en el marco de lo que se conoció como 'la doctrina de la seguridad nacional', esto es, cuidar gobiernos y no cuidar ciudadanos y no fueron depurados.
En ese momento interviene Elisa Carrió, escandalizada porque ni fue el juez Galeano quien tomó las primeras declaraciones, sino, informalmente, agentes de la SIDE. Y puntualizó: "Las primeras pistas, importantísimas, fueron borradas de una manera increíble"
Cristina recordó la desaparición en el DPOC de la agenda de Telleldín, y de muchos casettes con grabaciones de conversaciones telefónicas de él con los agentes de la SIDE y de la policía instalados en su casa de Villa Ballester. Agregó que el interrogatorio al comisario Castañeda, sus respuestas, fueron increíbles,  "porque nadie puede creer que la inteligencia de la Policía Federal tuviera tanta impericia y negligencia a la hora de detener a Alejandro Monjo, de perder casettes y la agenda de Telleldín". Decía que el procesamiento de Castañeda había llegado demasiado tarde cuando Carrió intervino:
–Hay un momento en que las pistas conducen a un resultado tremendo, y entonces es cuando (el juez y los fiscales) viajan a Venezuela (ríe). Cuando la pistas van conduciendo a una verdad que puede ser tremenda, se van a Venezuela a ver a este Montamer (sic) para sacar la pista Irán.
Era, entonces, una verdad refulgente, como expliqué en la nota de tapa del último número de la revista Humor Registrado.
Que Elisa Carrió, como Lanata, como Levinas, hayan enmudecido tras recibir órdenes expresas, es muy penoso.
Que Cristina haya mantenido la coherencia a lo largo de tantos años, esperanzador.
NISMAN-AMIA-EMBAJADA DE ISRAEL:  Se da vuelta la taba | Pájaro Rojo
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