Los verdaderos misterios por Juan Salinas
Sicario persa de la antigüedad, reemplazado de apuro por un OO7 venezolano. ¿Sería Ilich Ramírez, “El Chacal”?
Ahora que quedó blanco sobre negro la sorprendente nulidad absoluta del escrito del extinto fiscal Nisman que pretendió culpar a la Presidenta y su canciller de proteger a los supuestos instigadores del ataque a la mutual judía de Buenos Aires; ahora que está claro que debería someterse a revisión el voluminoso escrito (¡801 fojas!) con el que el fiscal fundamentó (es un decir) el pedido de alertas rojas contra un ex presidente y otros funcionarios de la República Islámica de Irán acusándolos con idéntica falta de sustancia de haberlo ordenado (curiosamente, quien se tomó el trabajo de demolerlo fue el ahora enmudecido Jorge Lanata); ahora que se desploma la versión de que a Nisman lo asesinaron (echada a rodar alegremente por Jorge Asís, Antonio Laje y otros seudoespiritistas que hacen como que se pudieron comunicar con él después de muerto), ahora, digo, que se han disipado tantas cortinas de humo, comienzan a refulgir los verdaderos misterios del caso Nisman:
1) Quien lo apretó y con qué (dos veces expresó el fiscal con claridad que no podía sino hacer lo que hizo) para obligarlo a consumar la locura de acusar intempestivamente en plena feria judicial a la Presidenta sin contar siquiera con mísero cuatro de copas (primero tácitamente la jueza Servini de Cubría, después el juez natural de la causa, Canicoba Corral, y por último el ex secretario general de Interpol, Ronald Noble, lo refutaron. Porque ahora está claro que en diciembre el fiscal pensaba presentar un escrito antagónico con el que finalmente presentó intempestivamente acusando a Cristina y a Timerman: en ese escrito que se encontró en su caja fuerte, terminado en diciembre pero fechado en enero, es decir, inmediatamente anterior a que se fuera a Europa, Nisman elogiaba la conduca del Poder Ejecutivo, justificaba la firma del memorandum con Irán y le pedía al Poder Ejecutivo que le requiriese al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que dispusiera la captura de los iraníes, algo que no está dentro de las amplias potestades de este órgano. Lo que demuestra que una de tres, o bien ambos escritos fueron redactados por distintas personas, o Nisman estaba esquizofrénico, o alguién lo forzó a cambiar abrupta y drásticamente de posición e inmolarse presentando una acusación carente de cualquier fundamento. Con lo que volvemos al principio: quién fue ese alguién.
2) quien le avisó a Damián Pachter que Nisman había muerto con casi dos horas de anticipación a la hora en que fue informada la Presidenta y seguidamente le ordenó darse a la fuga hacia Israel, con quien nuestro país no tiene convenio de extradición.
3) Qué servicios le prestaban al occiso Claudio Rabinovitch y Diego Lagomarsino y cuál era la naturaleza de la relación que los unía.
4) Por qué Lagomarsino mintió descaradamente tanto al decir que a) había tenido que enseñarle a Nisman a utilizar la sencillísima pistola Bersa 22 –sobre la que no hay huellas suyas- siendo como era que Nisman -que se sentía más agente de inteligencia que funcionario judicial- sabía perfectamente disparar con armas cortas, b) Nisman le dijo que necesitaba imperiosamente un arma para llevar en la guantera de su camioneta (en realidad, de una empresa vinculada a la CIA) por si salía sin custodia a pasear con sus hijas “y se le venía encima un loquito con un palo gritándole traidor” porque (además de la traición del inconsciente que entrañaría esta frase si de verdad hubiera sido pronunciada ¿traidor a qué? ¿a Stiuso? ¿No revela mala conciencia por obedecer a otros estados que no son el nacional que le pagaba su abultado sueldo y el de sus muchos colaboradores?) no se entiende a qué podría deberse la urgencia, ya que las hijas de Nisman estaban en Europa con su madre. Por fin, c) Lagomarsino también mintió al decir que no tenía la menor idea de que Nisman podría tomar una decisión irreversible, ya que el domingo por la mañana, cuando todo indica que Nisman ya no estaba vivo, le envió un tuit preguntándole “¿Estás más tranquilo ahora?”.
Quizá siga habiendo quien quiera seguir desviando la atención hacia un supuesto asesinato del infortunado fiscal, que estaba siendo acosado por Laura Alonso y Patricia Bullrich mientras le pedía desesperadamente a su puenteado mentor Stiuso que le diera algo de carnaza para zafar en su inminente presentación en la Cámara de Diputados. Parece imposible, pero quizá haya algún necio inasequible al desaliento siga respaldando el bulo echado a rodar por un vocero oficioso de la inteligencia militar israelí: que Nisman habría sido asesinado por un sicario iraní que se había ganado su confianza (¡hasta el punto de recibirlo en calzoncillos!) diciéndole que era un desertor de los servicios secretos persas que le podría facilitar evidencias que no dejaran dudas de la responsabilidad de los ayatolás en el atentado.
Es más probable que siga habiendo quien quiera sostener otros bulos puestos seguidamente en circulación para tapar el estruendoso fracaso de aquél, como el que pretendió instalar la existencia de un comando asesino mixto venezolano iraní entrenado en Cuba (echado a rodar por Eduardo Van der Kooy en la nota principal de la pasada edición dominical de Clarín) o su variante, pergeñada por el bruñido Guillermo Cherashny y Jorge Asís, que redujo el nutrido comando a uno o dos agentes venezolanos del Servicio Bolivariano de Informaciones (Sebin).
Pero toda esa hojarasca ya no podrá tapar el mayor misterio de todos: Por qué, a partir de un acuerdo espúreo entre los gobiernos de Isaac Rabin y Carlos Menem, homologado por el de George W. Bush, para desviar las investigaciones dirigidas a identificar a los asesinos (siguiendo las “intrucciones” de esos mismos asesinos, esto es, certificando la supuesta existencia de falsas camionetas-bombas conducidas por supuestos choferes kamikazes supuestamente del Hizbolá libanés que supuestamente recibían órdenes de Teherán) de modo de ejercer un curioso per saltum y culpar directamente a Irán de muertes y estropicios, por qué ese acuerdo perverso se mantuvo incólume a través del paso de sucesivos gobiernos. Hasta el momento en que Cristina Fernández de Kirchner firmó un acuerdo con Irán para desbloquear una investigación ostensiblemente paralizada, lo que provocó el alzamiento del grueso de una Secretaría de Inteligencia colonizada, con el firme respaldo e instigación de los principales colonizadores: los servicios de inteligencia de los Estados Unidos e Israel.
El gran misterio es por qué, a instancias de esa entente, la Corte Suprema puso al frente de la “investigación” del primer atentado al secretario Esteban Canevari en 1997, y desde 1999, hace 16 años, ésta no registra ningún movimiento significativo, lo que por lo paradójico que pueda parecer, no ha sido un fracaso, sino un éxito de Canevari, cultor hasta ahora de un bajísimo perfil.
El gran misterio es por qué, a instancias de esa entente (y especialmente de una DAIA que continua bajo el influjo del procesado Rubén Beraja) en lugar de ser procesado por encubrimiento como sus compañeros, los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, Nisman fue rescatado del oprobio y puesto al frente de la recién creada UIF-AMIA con la misión -ahora se ve claramente- de que nada, absolutamente nada, la desviara del objetivo prefijado. Cuando Nisman se quiso salir de ese libreto e investigar a familiares y allegados de Menem, fue regañado por la Embajada de los Estados Unidos (a los que llevaba sus borradores para que fueran aprobados) y se deshizo en disculpas por haberse atrevido a tanto.
Ahora que Nisman no está y que la UIF-AMIA está en manos de un equipo de fiscales probos y desprejuiciados, si el Estado, el CELS, otros organismos de DD.HH, los familiares de la víctimas y, en general, el pueblo argentino los respalda, es posible que haya una luz de esperanza.
Pero lo que está claro es que, para acabar con el encubrimiento, hay que empezar por el principio. Y ese principio es la causa de la Embajada de Israel, sobre la que está sentado Canevari con el aval de la Corte Suprema.
Como indica el más elemental sentido común, ambas causas deben estar en manos de los mismos investigadores, es decir, los de la UIF-AMIA.
Juan José Salinas27/02/2015AMIA, Atentados, Embajada de IsraelAlberto Nisman, Corte Suprema, Esteban Canevari, UIF.
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