La devaluación que se viene






"Cristina Kirchner ha hecho lo contrario de De la Rúa, que sostuvo la convertibilidad contra viento y marea hasta que las contradicciones acumuladas le estallaron en la cara. CFK dio un giro profundo, devaluó (23 por ciento en enero, 44.8 por ciento en lo que va del año), dolarizó, suprimió subsidios, incrementó tarifas, arregló con el Club de París, con el Ciadi, con Repsol, le entregó Vaca Muerta a Chevron y transformó esa entrega en ley nacional. Es decir, empezó a desarmar, pieza por pieza, todo el “modelo” que ella y su marido edificaron desde 2003."


Publicado: octubre 6, 2014 
en Análisis político
Por Alejandro Guerrero (@guerrerodelpo)

http://revistaelotro.wordpress.com/2014/10/06/la-devaluacion-que-se-viene/

Durante todo el viernes 3, por el microcentro y alrededores circuló un rumor electrificado: había llegado el fin de semana de la devaluación. A Benjamín Otárola, aquel personaje de “El muerto”, de J.L. Borges, poco antes del balazo que lo asesinó, sus compinches de una banda de salteadores le habían dicho, en broma, que ya iba para jefe. Otárola se sintió orgulloso de que la broma fuese posible. El rumor del viernes 3, como la broma borgeana, fue posible porque la devaluación se ha vuelto inevitable para el país burgués. Notablemente, la caída de Juan Carlos Fábrega de la presidencia del Banco Central y el rumor echado a andar desde los mentideros de la city fueron inmediatamente posteriores a una noticia que no tiene nada de rumor: las deudas que toma el Central mediante letras y notas (lebac y nobac) llegan a 235.000 millones de pesos, que al cambio oficial equivalen a los menos de 28.000 millones de dólares que componen las reservas (ese piso ya fue perforado).

Así, todo el armado económico del gobierno queda en manos de los humores del mercado. Si los tenedores de esos bonos produjeran una corrida se llevarían el total de las reservas. En ese caso, las autoridades económicas estarían forzadas a devaluar en grande para licuar esa deuda. Hace un año, el total de deuda por letras y notas del Central era de 115.000 millones de pesos y equivalía a menos del 35 por ciento de la base monetaria. Hoy, los 235.000 millones de deuda son el 61 por ciento de una base monetaria que, por otra parte, se expande aceleradamente por la emisión casi descontrolada. Por otra parte, lebac y nobac pagan anualmente unos 66.000 millones de pesos de intereses, lo cual es una fuente de fortísimo déficit cuasi fiscal y de grandes ganancias para los bancos. Esos papeles pagan una tasa que ronda entre el 28 y el 30 por ciento, por debajo de la inflación pero, aun así, constituyen un refugio frente al deterioro del dinero (recién ahora la tasa bancaria fue aumentada del 18 al 23 por ciento, medida que se tomó para moderar la corrida hacia el dólar).

¿Por qué ese endeudamiento?

Ámbito Financiero (28/9) intenta explicarlo: “Antes de la devaluación de enero, la mayor parte (del financiamiento al Tesoro) era vía emisión y reservas, y en menor medida lebac. Ahora es el BCRA que toma fondos del mercado, vía lebac, y se los presta al Tesoro”. La maniobra es posible, además, porque en los bancos hay gran liquidez en pesos debido a las restricciones para la compra de dólares. En otras palabras: la administración pública se financia con deuda. De esa manera moderan el ritmo de la emisión, que amenaza con una escalada inflacionaria de consecuencias impredecibles. Mejor dicho, antes que moderarla la postergan, porque en algún momento el Tesoro deberá devolverle al Central el capital y los intereses del dinero que toma para financiarse y, sobre todo, el Central deberá pagar las deudas que contrae mediante letras y notas. Se va a un cuello de botella que vuelve inevitable la devaluación.

“Cuiden a Cristina”

El “cuiden a Cristina” del papa Francisco y todas sus deferencias hacia la Presidenta, además de no ser gratuitas (rápidamente, el Código Civil clerical fue aprobado), no es otra cosa que una expresión de la necesidad política de la mayor parte de la burguesía argentina y del Departamento de Estado (aunque CFK, sin temor al ridículo ni a la hilaridad del mundo, diga que la CIA la quiere matar), de que la transición a 2015 transcurra con la menor cantidad posible de sobresaltos. Mientras tanto, que el gobierno avance con su plan de ajustes, con el tarifazo que incrementó hasta en un 600 por ciento el costo del gas y en más del 80 por ciento el del transporte por tren.

No era el caso en 2001, cuando un golpe de estado derrocó a De la Rúa para imponer la devaluación. Pero ¿decimos golpe y no levantamiento popular? Fue ambas cosas. En determinado punto, las crisis hacen estallar las contradicciones de todas las clases, nadie puede seguir como estaba en la víspera. El golpe y la devaluación en 2001/2002 fueron la resolución de la crisis desde el punto de vista de la burguesía, que ya desde 1995 quería terminar con la convertibilidad (en las elecciones de 1999 la expresión electoral de esa necesidad burguesa fue Eduardo Duhalde, pero resultó vencido por De la Rúa).

Cristina Kirchner ha hecho lo contrario de De la Rúa, que sostuvo la convertibilidad contra viento y marea hasta que las contradicciones acumuladas le estallaron en la cara. CFK dio un giro profundo, devaluó (23 por ciento en enero, 44.8 por ciento en lo que va del año), dolarizó, suprimió subsidios, incrementó tarifas, arregló con el Club de París, con el Ciadi, con Repsol, le entregó Vaca Muerta a Chevron y transformó esa entrega en ley nacional. Es decir, empezó a desarmar, pieza por pieza, todo el “modelo” que ella y su marido edificaron desde 2003. Ella aplicó prolijamente los mandatos del capital financiero internacional para “volver a los mercados”, para ponerse en condiciones de tomar deuda y llegar como fuese a 2015. El fallo “buitre” de Thomas Griesa interrumpió ese proceso y entonces la señora se enoja con Obama, de quien ella esperaba que le evitara la derrota judicial (y todo indica que había un guiño de la Casa Blanca en ese sentido). Ocurre que Griesa no es Oyarbide: él no recibe órdenes de Washington sino de Wall Street, fue toda su vida un empleado de los buitres. Si Obama le sugirió al gobierno argentino que podía evitar ese fallo, hizo lo mismo que tantas veces ha hecho con todo el mundo: vendió lo que después no podía entregar.

Ahora, el gobierno busca otras vías para endeudarse masivamente y así pagar deuda. Mientras espera a enero para volver a negociar con los buitres (Brasil está dispuesto a darle una mano grande en ese propósito) y aguarda la llegada de un swap usurario con China, al tiempo que deposita expectativas en conseguir oxígeno financiero mediante la entrega de la energía a los pulpos, la Presidenta se reúne con un buitre entre buitres: George Soros, un miembro del estado mayor internacional de la contrarrevolución (él organizó, por ejemplo, los golpes fascistas en Serbia y en Ucrania). He ahí los recursos “nacionales y populares” para salir del pozo.

Si no lo logra, entonces sí corre el riesgo (la Argentina lo corre) de que la burguesía comience, ahora sí, a pergeñar conspiraciones golpistas como hizo con De la Rúa. Por lo menos, el derechista Nicolás Dujovne advirtió en La Nación: “Los tiempos se aceleran”.

En este punto, nos permitimos citar a Prensa Obrera (1334): “La devaluación no es una necesidad para el desarrollo de la economía y el empleo, sino una operación financiera para pagar deuda externa y acelerar la entrega petrolera”. Entretanto, toda la oposición burguesa propone llegar a una componenda con los buitres y un endeudamiento mucho mayor, que por supuesto será pagado por el pueblo trabajador.

En definitiva, el sentido último que tiene el Congreso del movimiento obrero y la izquierda, que tendrá una jornada culminante el 8 de noviembre en el Luna Park, es ofrecerle a la crisis una salida obrera y socialista, una salida política desde el punto de vista de los trabajadores y no de los buitres.

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