El pensamiento cultural de la derecha por Diego Burd


Generalmente creo que cuando la derecha se pronuncia sobre la cultura, no lo hace en el sentido amplio de una definición cercana a toda actividad que realiza el hombre en una sociedad determinada como complemento de lo natural, sino se acercan a pensarla desde una perspectiva que no solo recorta el campo cultural, entendiéndose como un espacio dedicado a un conjunto de determinadas actividades con sus reglas propias de legitimación, sino que la piensan en como un espacio de pertenencia de bienes solo accesibles a una porción minoritaria de la sociedad, es decir, la derecha piensa lo cultural en una división entre alta cultura y baja cultura, excluyentes una del otro.

http://diegoburd.blogspot.com.ar/2014/10/el-pensamiento-cultural-de-la-derecha.html

  Para tomar un ejemplo, mientras en los actos del bicentenario, en el centro de la ciudad capital de la Argentina se realizaban un conjunto de actos populares, el gobierno de la metrópoli apuntaba a un acto, más cercano al conjunto ideológico de las clases dominantes del primer centenario, centrando su acto en el Colon.
 La derecha, pretende, a través de esta la constitución de un límite entre alta y baja cultura, que los sectores populares no puedan apropiarse de un conjunto de bienes, que dejan de pertenecer a una clase sino que nos construyen como parte de una comunidad, tanto en lo nacional como en lo universal.
   Por eso la gestión cultural en manos de la derecha apunta a bajar los gastos destinados al acceso universal de los sujetos a bienes de la humanidad, a través del desfinanciamiento de centros culturales, teatro independiente, ya que solo en su mentalidad solo unos pocos son los destinatarios del mundo, mientras que las mayorías deben solo ser subjetividades articuladas en un espacio cerrado, no solo deben estar en los bordes de lo político sino tampoco deben cruzar el límites de lo cultural.
  En este contexto, no se entrega a un conductor de un programa de entretenimientos el lugar de personaje referente de lo cultural por el hecho de la idea de cultura amplia, sino en la idea de banalización de lo cultural que acompaña la banalización de la política.
  No es por su llegada a lo masivo, sino por el rol que ocupa en un determinado “producto” que mercantiliza los sueños de organizaciones, dejando el mensaje que el baile de determinadas personas pueden reemplazar el rol del estado, es decir, una ONG de ritmo musical puede ser una mediadora legitima en la sociedad civil siempre en cuando el “consumidor” a través de su voto decide que sueño, representado en un personaje que puede caer simpático, vale la pena de ser realizado, además de banalizar el rol de la mujer, el rol del conflicto, y ser un canal de trasmisión donde la política debe subordinarse para lograr una visibilidad en la sociedad.
   En el fondo, como todo debate, que puede surgir de una simple entrega de un premio, lo central es como pensar la gestión cultural, sus mediaciones, que acción produce, que subjetividad política se pretende construir, resumiendo si la tele-política puede vencer a la política de carne y hueso, quizás algún día Cesar González, o la Garganta Poderosa, como múltiples ejemplos de una visión alternativa cultural de la derecha argentina sean poseedoras de esos premios tan merecidos.

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