Entrevista con el filósofo Michael Löwy



Löwy: En América Latina las elecciones fueron precedidas por seminsurrecciones populares

x Arturo Jiménez y Emir Olivares
3/5/2013

Entrevista con el filósofo Michael Löwy :: Lo importante es que los movimientos sociales sigan teniendo autonomía, que no se someten a la política de los gobiernos

Varios gobiernos y sociedades de países de América Latina, como Venezuela y Ecuador, pero sobre todo Bolivia, comienzan a darle importancia a la problemática ecológica y al llamado “ecosocialismo”, el cual se tornará en “una de las cuestiones centrales para cualquier movimiento antisistémico en el siglo XXI”, dice en entrevista el sociólogo y filósofo franco-brasileño Michael Löwy.

Advierte que el capitalismo, en su etapa de neoliberalismo, “nos está llevando con una rapidez terrible a una catástrofe ecológica sin precedente en la historia de la humanidad: el calentamiento global y el cambio climático. Enfrentarse a eso es enfrentarse al capitalismo. Por ello, esa problemática ha permitido el surgimiento del ecosocialismo, ya que un socialismo ecológico es la alternativa a la destrucción capitalista del medio ambiente”.



Este domingo, el filósofo franco-brasileño presentó su obra 'Sociología y religión, aproximaciones intempestivas', editado por la Universidad Veracruzana, en la Feria Internacional del Libro Universitario.

Reacio al principio a hablar sobre la situación en México, lanza en un primer momento: “Como decía Lampedusa en 'El gatopardo': ‘se ha cambiado algo para que todo siga como siempre’”. Y un rato después, más como una esperanza que como un análisis del presente:

“En la historia del siglo XX, México ha estado muchas veces en la vanguardia de los procesos revolucionarios en América Latina y el mundo, la Revolución Mexicana fue la primera del siglo XX. El gobierno de Cárdenas fue el más progresista de América Latina en los años 30; el levantamiento zapatista en los 90 fue la primera señal de una ola de lucha antineoliberal después de la caída del Muro de Berlín, del supuesto fin de la historia. En muchos momentos de la historia del siglo XX México ha estado a la vanguardia. La esperanza nuestra, como latinoamericanos y anticapitalistas, es que eso va a pasar también alguna vez en el futuro.

“En México hay potencial de protesta; un deseo de cambio, pero hasta ahora la oligarquía ha logrado mantenerse, utilizando un sistema de control de los movimientos sociales que tiene casi un siglo; es el más perfeccionado.”

De lo que sí habla de manera amplia es de América Latina, donde se “ha logrado cambiar un poco las estructuras de poder; han sido echados los gobiernos identificados con el neoliberalismo –aunque no en todos los países, como México y Colombia–, a veces por verdaderas insurrecciones populares, como en Argentina y Bolivia, y otras veces por las dirigencias. Sin indignación, la gente no va a cambiar nada. Es la primera condición. Como dice mi amigo y compañero recién fallecido Daniel Bensaïd: la gente se indigna, se levanta y se pone a caminar”.

–¿Qué representan hoy y por qué son una constante los actuales movimientos sociales en el mundo?

–Hay un vector común de lo que hemos visto en Europa, Medio Oriente, Estados Unidos o América Latina: la indignación, o como dicen los zapatistas, “la digna rabia”. Hay un sentimiento muy poderoso en la gente, la juventud, los trabajadores, los desempleados, las mujeres y los indígenas, de injusticia social, de opresión, de tiranía no personal –aunque a veces sí– de las estructuras sociales, económicas y políticas. Y esa indignación es el inicio de todo, después pueden venir demandas, reivindicaciones, programas, quizá partidos.

–Llama la atención que estos procesos de cambio en AL, sobre todo si se toma en cuenta la época de las dictaduras, son mediante elecciones. ¿Cuál es la reflexión?

–Después que cayeron las dictaduras, de una forma o de otra se abrió un espacio democrático. Y como decía el mismo Che Guevara, ahí donde hay un mínimo de democracia, no está planteada la lucha armada, hay que utilizar los instrumentos democráticos. Entonces, la izquierda en general, con algunas excepciones –como los casos colombiano y mexicano, que son un poco especiales–, optó por la vía electoral, y con resultados positivos.

“Claro, esa vía electoral fue precedida en la mayor parte de los países por verdaderos levantamientos populares, como el caracazo en Venezuela, en Buenos Aires en 2001 –donde se cercó la Casa Rosada y el presidente tuvo que huir en helicóptero–, en Bolivia. Las elecciones fueron precedidas de verdaderas seminsurrecciones populares. Algo parecido pasó en Oaxaca, pero no es exactamente lo mismo.

“Los cambios se dieron por la vía electoral, con gobiernos de centro-izquierda en la mayoría de los países, formas de lo que llamaría el ‘social liberalismo’, una variante más social, más progresista, de las mismas políticas neoliberales: Brasil, Uruguay, Chile hace unos años.

“Y el otro ejemplo son los gobiernos más radicales, antioligárquicos, antimperialistas, planteando por lo menos como horizonte histórico el socialismo del siglo XXI: Venezuela, con la revolución bolivariana; Bolivia, con el socialismo de Evo Morales, y Ecuador, con Rafael Correa y la revolución ciudadana. Están muy lejos del socialismo, pero por lo menos se plantean esa perspectiva. Tienen sus propios límites, contradicciones, problemas, pero hasta ahora son lo más avanzado que hay en América Latina.

“Ahora, los movimientos sociales siguen teniendo un papel importante en nuestros países, a veces enfrentándose con el gobierno, presionándolo, criticándolo; tal vez en cierto momento apoyándolo en contra de las ofensivas de la derecha. Lo importante es que los movimientos sociales sigan teniendo autonomía. Si se someten a la política de los gobiernos, aunque éstos sean de izquierda, es muy negativo.”

Para Löwy, Ecuador, Bolivia y Venezuela constituyen lo más avanzado como experiencia social, económica y política. “Son un poco un ejemplo que permite a la gente de izquierda criticar a los gobiernos de Brasil, Uruguay y Argentina, diciéndoles: ‘Miren, es posible utilizar la renta del petróleo para mejorar la condición de los pobres, expropiar las riquezas naturales, echar fuera las bases militares yanquis, etcétera.’ Es un ejemplo positivo, pero con sus limitaciones”.

Acerca del ecosocialismo, comenta: “Evo Morales ha jugado un papel positivo en eso. Fue el único mandatario que en la Conferencia de Copenhague en 2009 se solidarizó con la protesta de los movimientos sociales, en una gran manifestación de 100 mil personas; yo estuve ahí, con la consigna ‘Cambiemos el sistema, no el clima.’ Y Evo salió diciendo: ‘Estoy con ustedes’. Y después se convocó en Bolivia a una conferencia internacional de los pueblos contra el capitalismo y el cambio climático, en defensa de la madre tierra, con 30 mil delegados”.

También menciona a Venezuela y Ecuador y dice que, aunque con ciertas contradicciones por una realidad marcada por problemas de contaminación, ya comienzan a ubicarse en los planteamientos del ecosocialismo.

–¿Qué riesgo implica para Venezuela no contar con la figura de Hugo Chávez?

–Chávez era la gran fuerza y la gran debilidad de la revolución bolivariana. La gran fuerza, porque él con su carisma, con su radicalidad, fue el impulsor de todo ese proceso. Y la debilidad porque todo dependía de él, pues el creó el partido, el sindicato fue una decisión de arriba, todo impulsado desde el gabinete de Chávez, y todo basado en su carisma personal. Entonces, cuando desaparece Chávez se debilita el movimiento, y eso es muy negativo, contrariamente a otros países donde hay una estructura social y política autónoma y después tiene su expresión política.

“Por ejemplo, el proceso en Bolivia no depende tanto de la persona de Evo, aunque también es una figura carismática. El reto en Venezuela es dar continuidad al proceso para que avance, porque las revoluciones que no avanzan, regresan, eso es una ley de la historia.”

La Jornada. Extractado por La Haine

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