¿Qué es eso de cultura?
En el último ejemplar del Nuevo Amanecer de END, leí una transcripción de un diálogo televisivo sobre el concepto de cultura, entre Mario Vargas Llosa y Gilles Lipovestky, un científico social.
Para comentar a satisfacción ese cacareado diálogo, se necesitaría escribir un libro. Aquí me limitaré a desenmascarar las principales falacias de las teorías de Vargas Llosa sobre la cultura. Quizá en otra ocasión abordaré la inconsistencia mercantilista de Lipovestky.
Por Francisco José Lacayo Parajón
Publicado por http://www.rebelion.org/
Ambos escritores evidencian un desconocimiento o menosprecio total del cambio profundo y universal que ha vivido el concepto de cultura en las últimas 3 décadas. Ignoran o menosprecian las trascendentales declaraciones y convenciones, aprobadas por los 194 estados miembros de la UNESCO, en los últimos 30 años, redefiniendo los nuevos conceptos de cultura, diversidad cultural, patrimonio y creatividad culturales. Estos consensos universales son el polo opuesto a las tesis de los “dialogantes”, quienes seguro ignoran que estas convenciones fueron ratificadas por los parlamentos de sus propios países.
En cualquier diálogo sobre los derechos humanos, es impensable que se ignore el consenso universal de la Carta de los Derechos Humanos y se le reemplace por una caprichosa y “nostálgica visión personal” . Eso es lo que han hecho estos señores al dialogar sobre cultura.
La “cultura culta” o “alta cultura” de Vargas Llosa.
En su último libro La Civilización del Espectáculo (tema del cacareado diálogo) Vargas Llosa define “su” cultura desde el paradigma “civilización y barbarie” que legitimó los colonialismos y modelos esclavistas de hace unos siglos. Para esta tesis, era culto el conquistador, el triunfador y eran bárbaros los sometidos, los conquistados. Vargas Llosa define sin ningún pudor cuál es la “alta cultura” herida de muerte, según él, por la “civilización del espectáculo”-dejo para otro día su confusión entre cultura y civilización.
“…lo que entendíamos por “cultura” cuando yo era joven ha ido transformándose en algo muy diferente a lo largo de mi vida hasta convertirse en la actualidad en algo esencialmente distinto de lo que entendíamos por “cultura” en los años cincuenta, sesenta y setenta”, nos dice. En su libro precisa que para él la cultura se limita a Góngora, Joyce, Bach, la ópera. ¿Y el resto? le preguntamos. Pues, se archiva en la gaveta de la “barbarie”.
El buen novelista y pésimo ensayista ignora que incluso los estados que impusieron esta triste tesis de “civilización y barbarie”, en siglos pasados, han luchado vigorosamente, en las últimas décadas, en los foros de Naciones Unidas, en pro de la aprobación de trascendentales declaraciones y convenciones internacionales tales como la Convención para la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (octubre 2005) y la Convención Internacional para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (octubre 2003), entre muchas otras.
Para la mente de Vargas es incomprensible e inaceptable que expresiones culturales, que en su mente se ubican el baúl de la “barbarie” y no de su “alta cultura”, tales como nuestro Güegüence y la Lengua, Música y Danza Garífunas, hayan sido proclamadas recientemente por la UNESCO (con la aprobación de sus 194 estados miembros) Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Dónde ubicarían, los pomposos dialogantes estas expresiones del Patrimonio Cultural de la Humanidad. ¿En la “alta cultura”, cuya muerte llora Vargas Llosa, o en la “civilización del espectáculo”, que ambos aceptan como la verdadera cultura de hoy?
Ameritaría recomendar a ambos señores la lectura de un documento tan significativo como la Estrategia de Cultura y Desarrollo de la Cooperación Española (ACECI) que afirma «La cultura se define, no ya como una dimensión accesoria del desarrollo, ni como un elemento de nostalgia histórica o solamente de identidad sino como el tejido mismo de la sociedad y como fuerza interna para su desarrollo.» «Quizás el gran esfuerzo que se reclama es la necesidad de una mayor concreción de las potencialidades de la cultura como motor de desarrollo” o la frase de la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural :“...la diversidad cultural es, para el género humano, tan necesaria como la diversidad biológica para los organismos vivos”
Francisco José Lacayo Parajón es nicaragüense, sociólogo, diplomático, especialista en cultura y desarrollo y Ex Director de Cultura de la UNESCO para América Latina y el Caribe
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Para comentar a satisfacción ese cacareado diálogo, se necesitaría escribir un libro. Aquí me limitaré a desenmascarar las principales falacias de las teorías de Vargas Llosa sobre la cultura. Quizá en otra ocasión abordaré la inconsistencia mercantilista de Lipovestky.
Por Francisco José Lacayo Parajón
Publicado por http://www.rebelion.org/
Ambos escritores evidencian un desconocimiento o menosprecio total del cambio profundo y universal que ha vivido el concepto de cultura en las últimas 3 décadas. Ignoran o menosprecian las trascendentales declaraciones y convenciones, aprobadas por los 194 estados miembros de la UNESCO, en los últimos 30 años, redefiniendo los nuevos conceptos de cultura, diversidad cultural, patrimonio y creatividad culturales. Estos consensos universales son el polo opuesto a las tesis de los “dialogantes”, quienes seguro ignoran que estas convenciones fueron ratificadas por los parlamentos de sus propios países.
En cualquier diálogo sobre los derechos humanos, es impensable que se ignore el consenso universal de la Carta de los Derechos Humanos y se le reemplace por una caprichosa y “nostálgica visión personal” . Eso es lo que han hecho estos señores al dialogar sobre cultura.
La “cultura culta” o “alta cultura” de Vargas Llosa.
En su último libro La Civilización del Espectáculo (tema del cacareado diálogo) Vargas Llosa define “su” cultura desde el paradigma “civilización y barbarie” que legitimó los colonialismos y modelos esclavistas de hace unos siglos. Para esta tesis, era culto el conquistador, el triunfador y eran bárbaros los sometidos, los conquistados. Vargas Llosa define sin ningún pudor cuál es la “alta cultura” herida de muerte, según él, por la “civilización del espectáculo”-dejo para otro día su confusión entre cultura y civilización.
“…lo que entendíamos por “cultura” cuando yo era joven ha ido transformándose en algo muy diferente a lo largo de mi vida hasta convertirse en la actualidad en algo esencialmente distinto de lo que entendíamos por “cultura” en los años cincuenta, sesenta y setenta”, nos dice. En su libro precisa que para él la cultura se limita a Góngora, Joyce, Bach, la ópera. ¿Y el resto? le preguntamos. Pues, se archiva en la gaveta de la “barbarie”.
El buen novelista y pésimo ensayista ignora que incluso los estados que impusieron esta triste tesis de “civilización y barbarie”, en siglos pasados, han luchado vigorosamente, en las últimas décadas, en los foros de Naciones Unidas, en pro de la aprobación de trascendentales declaraciones y convenciones internacionales tales como la Convención para la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (octubre 2005) y la Convención Internacional para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (octubre 2003), entre muchas otras.
Para la mente de Vargas es incomprensible e inaceptable que expresiones culturales, que en su mente se ubican el baúl de la “barbarie” y no de su “alta cultura”, tales como nuestro Güegüence y la Lengua, Música y Danza Garífunas, hayan sido proclamadas recientemente por la UNESCO (con la aprobación de sus 194 estados miembros) Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Dónde ubicarían, los pomposos dialogantes estas expresiones del Patrimonio Cultural de la Humanidad. ¿En la “alta cultura”, cuya muerte llora Vargas Llosa, o en la “civilización del espectáculo”, que ambos aceptan como la verdadera cultura de hoy?
Ameritaría recomendar a ambos señores la lectura de un documento tan significativo como la Estrategia de Cultura y Desarrollo de la Cooperación Española (ACECI) que afirma «La cultura se define, no ya como una dimensión accesoria del desarrollo, ni como un elemento de nostalgia histórica o solamente de identidad sino como el tejido mismo de la sociedad y como fuerza interna para su desarrollo.» «Quizás el gran esfuerzo que se reclama es la necesidad de una mayor concreción de las potencialidades de la cultura como motor de desarrollo” o la frase de la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural :“...la diversidad cultural es, para el género humano, tan necesaria como la diversidad biológica para los organismos vivos”
Francisco José Lacayo Parajón es nicaragüense, sociólogo, diplomático, especialista en cultura y desarrollo y Ex Director de Cultura de la UNESCO para América Latina y el Caribe
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.