La pura verdad

Hace muchísimos años, dos hombres caminaban por la pradera. Mientras avanzaban, uno le dijo al otro: “Crucemos la colina hacia el oeste”. Así lo hicieron. Y se encontraron con otra colina idéntica a la anterior. Cruzaron la segunda colina y se les apareció una tercera, también idéntica. Estuvieron así todo el día. A una colina le seguía otra. Y otra. Cansados, decidieron detenerse. “Ves, le dijo uno al otro, este es Wakantanka”.  (H.G.Oesterheld)




Paco:

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor
      y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
      darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
      cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi
      memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
      pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
      Cenicienta, aunque algunos

me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
      y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
      sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.



de "Del otro lado", de Paco Urondo. © Herederos de Francisco Urondo
en: http://www.literatura.org/Urondo/fudol.htm#dol5



Nota:

ya sé que no se entiende.
La idea es seguir buscando...

http://www.tebeosfera.com/documentos/textos/oesterheld_-_paco_urondo:_la_palabra_justa.html

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