.imaginario y realidad

“... la configuración del sentido común es inherente a la construcción social de la representación que llamamos ‘lo real’, ya que en ese proceso se constituyen también una visión del mundo y una lectura de lo que se considera como ‘lo correcto y lo verdadero, en un determinado punto del tiempo histórico’. Lo cual compromete no sólo una ‘descripción’ del mundo en tanto ‘lo real’, sino una ‘valoración’ axiológica de ese mundo y los sujetos que lo habitan...”. (H.D.Aguilar)

lunes, 8 de enero de 2024

Notas ante el comienzo del desquicio

80 años de gobiernos liberales
Así ganó Milei, el outsider del shock
El país de milei (discurso inaugural)
Milei presidente electo, una catástrofe anunciada




https://www.pagina12.com.ar/693234-80-anos-de-gobiernos-liberales

80 años de gobiernos liberales
Qué le espera al país con Javier Milei como presidente
La historia muestra que cada vez que gobernó la ortodoxia económica hubo catástrofe social, concentración de la riqueza, endeudamiento extremo, dilapidación de activos públicos, destrucción de la industria, timba financiera, entrega de soberanía y atraso económico. Milei no será la excepción. 
David Cufré
Por David Cufré
9 de diciembre de 2023 - 03:27

"Lamentablemente nuestro punto de partida es muy bajo. Muchos años de desatinos y errores nos han conducido a una situación muy crítica. Es muy difícil que este mes puedan pagarse a tiempo los sueldos de la administración pública. Todavía seguiremos por algún tiempo la pendiente descendiente que recorremos desde hace más de diez años. Dejaremos que cada uno de los habitantes del país viva como pueda y como quiera. Las medidas en curso permiten que podamos lanzar hoy una nueva fórmula: ‘Hay que pasar el invierno’". El nefasto experimento de Alvaro Alsogaray, ministro de Hacienda de Arturo Frondizi entre 1959 y 1961, que llegó al cargo por presión militar, empezará a repetirse a partir de mañana con Javier Milei como presidente.
Le espera al país lo que ya vivió tantas veces a lo largo de décadas de gobiernos liberales: catástrofe social, concentración de la riqueza, endeudamiento extremo, dilapidación de activos públicos, destrucción de la industria, timba financiera, atraso económico. Cada una de esas experiencias hundió a la Argentina en un pantano del que cada vez resultó más difícil salir. La entrega de soberanía también fue una constante con esos gobiernos. 
Como Alsogaray a mediados del siglo pasado, el endeudador serial Luis "Toto" Caputo sostiene ahora que su gestión como ministro de Economía será muy complicada por "la pesada herencia" que recibe del gobierno que se va. Deja de lado que en su paso anterior por la gestión pública, como ministro de Finanzas, Economía y presidente del Banco Central de Mauricio Macri, llegó al extremo de comprometer a diez generaciones a pagar la deuda que contrajo a cien años.
Esa plata no se usó para la construcción de rutas, centrales eléctricas o nuevas industrias, sino para la especulación financiera. Los dólares se evaporaron en esa fiesta que disfrutaron pocos y pagarán todos los argentinos. También como suele pasar, el gobierno peronista tuvo que reestructurar esos pasivos con el capital financiero internacional y, junto con ello, la deuda monumental que Macri, Caputo y compañía dejaron con el FMI. La desfachatez de Caputo para hablar de pesada herencia es marca registrada de los gobiernos liberales.

La lista
La dictadura de Pedro Eugenio Aramburu, después del golpe de Estado a Juan Domingo Perón en septiembre de 1955, tuvo como uno de sus ministros de Economía emblemáticos al liberal Adalbert Krieger Vasena. Ese gobierno fue responsable de la adquisición de un préstamo con varios bancos europeos que supuestamente se pagaría con el crecimiento económico que generarían las políticas liberales. El resultado fue que el préstamo no se pudo devolver, la Argentina cayó en default y los gobiernos de Europa crearon el Club de París para presionar por los pagos. También a esa administración hay que computarle la incorporación de Argentina al Fondo Monetario Internacional y el alineamiento incondicional con Estados Unidos.
El gobierno que siguió, de Arturo Frondizi, tuvo como ministros de Economía al mencionado Alsogaray y luego al liberal Roberto Alemann, quien en 1981 volvería al Palacio de Hacienda como ministro del dictador Leopoldo Fortunato Galtieri. En 1961 estuvo al frente de una renegociación ruinosa de la deuda con el Club de París y desplegó un plan de ajuste que sumergió a las mayorías populares: hubo despidos y congelamiento de salarios de empleados estatales, aumentos exorbitantes de tarifas de servicios públicos, quita de aranceles a la importación, rebaja de indemnizaciones por despido y acortamiento de licencias por maternidad.
En 1962, días antes del derrocamiento de Frondizi y la asunción de José María Guido, Jorge Wehbe llegó por primera vez al Ministerio de Economía. Permaneció en ese cargo apenas un mes y mantuvo la línea del ajuste permanente. Wehbe reapareció como ministro de Economía con Alejandro Agustín Lanusse en 1972, con la misma impronta, y tuvo una tercera participación sobre el final de la última dictadura, en la gestión de Reynaldo Bignone en 1982 y 1983.
En 1962 y 1963, con Guido, se sucedieron como ministros de Economía Alsogaray y José Alfredo Martínez de Hoz. Joe, como lo llamaban, fue exponente principal de la oligarquía terrateniente y la patria financiera, odiador acérrimo de la industria nacional, fanático de la apertura importadora, la desregulación económica y la libertad de mercado. Cada vez que intervino en la gestión pública, el país cayó en graves crisis, terminó endeudado hasta el cuello y su círculo social se enriqueció en la misma proporción.
Después de los tres años de gobierno de Arturo Illia, otro golpe de Estado encabezado por Juan Carlos Onganía nombraría como ministros de Economía otra vez a Krieger Vasena (1967-1969) y a otra figura rutilante de la derecha económica, José María Dagnino Pastore (1969-1970). En esos años se decretó la suspensión de los convenios colectivos de trabajo, se aprobó la ley de hidrocarburos que permitió la participación de empresas privadas en el negocio petrolero, se sancionó la ley de alquileres que facilitó los desalojos, se suspendieron los aumentos de salarios por dos años y se dio impulso a la patria contratista para la realización de obras públicas que antes asumía el Estado. Unas cuantas de esas políticas se repetirán ahora con Milei.

Dictadura
Tras casi dos décadas de exilio forzoso, Perón volvió a ser presidente entre octubre de 1973 y el 1 de julio de 1974, cuando falleció. Fueron apenas ocho meses, pero los resultados de la gestión económica resultaron exitosos. El plan del ministro José Ber Gelbard, quien había sido fundador de la Confederación General Económica (CGE), consistió en una revitalización notable del mercado interno, los salarios, las pymes y las actividades productivas. Hubo una fuerte intervención del Estado en la economía y la imposición de reglas estrictas a capitales nacionales y extranjeros. En 1974 la inflación bajó al 30,2 por ciento, desde el 79,6 de 1972; la desocupación se redujo a solo 2,5 por ciento, desde el 6,1 por ciento del gobierno de Lanusse, y el PIB trepó 6,4 por ciento, desde el 3,5 de dos años antes.
El plan de Gelbard se completó con la firma de un pacto social entre la CGT y la CGE para coordinar precios y salarios, anclar expectativas y habilitar una etapa de expansión económica. Sin embargo, esa estrategia se vino a pique con el fallecimiento de Perón y el pandemónium político que le siguió. 
Gelbard renunció en octubre de 1974 y tras un interregno de ocho meses de Alfredo Gómez Morales, Celestino Rodrigo escaló al Ministerio de Economía. Su número dos y auténtico creador del plan de desestabilización más grande de la historia argentina, Ricardo Zinn, convenció al gobierno de María Estela Martínez de Perón de producir una enorme devaluación, con suba astronómica de tarifas y precios, y los salarios por detrás. Fue allí que se generó una bisagra histórica en el país, porque de ese caos empezó a surgir la economía bimonetaria que aún persiste, con la cobertura permanente en el dólar.
Zinn tenía fuertes vínculos con grupos empresarios, particularmente el Consejo Empresario Argentino, que integraba Martínez de Hoz y que tuvo activa participación desestabilizadora en las semanas previas al golpe del 24 de marzo. 
Después del derrocamiento de Isabelita, la dictadura genocida cívico-militar desplegó con Martínez de Hoz un plan con los siguientes ejes estructurales: liberación de los precios, del mercado cambiario, de las importaciones, de los alquileres, quita de retenciones a las exportaciones, eliminación de subsidios y planes sociales y endeudamiento millonario con el FMI y la banca extranjera.
Ese plan, con sus más y sus menos, fue continuado por sus sucesores, otros conspicuos representantes de la ortodoxia económica: Lorenzo Sigaut, Roberto Alemann, José María Dagnino Pastore y Jorge Wehbe, con los resultados conocidos de destrucción del aparato productivo, incremento de la pobreza y atraso por generaciones.

Menem, De la Rúa, Macri
Después del golpe de mercado que terminó con el gobierno de Raúl Alfonsín en 1989, en el que hubo economía de guerra y más inviernos que primaveras, el menemismo produjo otro quiebre histórico similar al que ahora quiere recrear Milei, con privatizaciones, negociación de la deuda en default a favor de los acreedores, destrucción del Estado y sus capacidades de intervención, reformas estructurales regresivas en materia laboral, previsional e impositiva, endeudamiento a mansalva y afianzamiento de la economía bimonetaria con la convertibilidad. Las consecuencias fueron lamentables para las mayorías populares y rutilantes para los sectores concentrados, con seis años de crisis, desocupación y fractura social, y apenas cuatro en los que Domingo Cavallo pudo disfrutar de una expansión del PIB que solo favoreció a un sector minoritario de la sociedad.
Fernando de la Rúa mantuvo el esquema de la convertibilidad y se hundió con el propio Cavallo en diciembre de 2001. La reaparición de los liberales en la Casa Rosada se dio con Macri, con resultados fáciles de recordar: trajo nuevamente al FMI, tomó deuda en dólares por casi 100 mil millones y el país permaneció casi todo el tiempo en crisis. A eso le sumó la post verdad, que consiste en decir cualquier cosa negando los hechos objetivos. Pero la única verdad es la realidad de que con los liberales, la Argentina no hizo más que retroceder. Milei no será la excepción.




https://dialogopolitico.org/agenda/asi-gano-milei/?twclid=26m6xfdjd2aqnowb40o3smds0g

AGENDA
Así ganó Milei, el outsider del shock
¿Cómo un economista como Milei ganó las presidenciales de Argentina? Descubre su visión liberal-libertaria y cómo conectó con el hartazgo social y la aspiración de cambios profundos.
Por Ángel Arellano
21 Nov, 2023

Por primera vez en cuarenta años Argentina eligió presidente a un outsider. ¿Pero cómo, si Milei era diputado? Lo es, en efecto. Y lo será hasta el 10 de diciembre, cuando le corresponda asumir la primera magistratura del país. Llegó al Parlamento recientemente, en el año 2021, a través de un movimiento creado para esos efectos, el Partido Libertario, que hoy integra la coalición La Libertad Avanza.
Javier Milei no es lo que se conoce como un político formal. Por el contrario, debe su ascenso en buena medida al impulso de un mensaje combativo contra el sistema político de su país y la propagación de una filosofía, como el mismo la denomina, liberal-libertaria.
También es la primera vez que un economista se convierte en presidente de Argentina. Esto dice mucho del principal problema que tiene esa nación. Para abordar ese asunto, este candidato controversial, de discurso radical y crítico de eso que llama la «casta» (en alusión a los políticos, partidos y élites vinculadas al Estado), propone medidas de shock. Entre sus principales banderas destaca el cierre del Banco Central, la reducción del Estado, la dolarización y la privatización. Esto último tuvo énfasis el día después de su elección. «Todo lo que pueda estar en manos del sector privado, va a estar en manos del sector privado», dijo.

¿Qué votó Argentina?
«Hay una tendencia a pensar que los argentinos votaron a la ultraderecha, cuando en realidad lo que han votado es al ultraliberalismo. Este ultraliberalismo les promete solucionar esa crisis económica de la que están hartos. Muchos argentinos recuerdan la década de los noventa, diez años consecutivos sin inflación, incluso con cierta deflación. Miran con nostalgia aquellos tiempos en los que el peso valía lo mismo que el dólar. Es el recuerdo de un tiempo en el que había créditos hipotecarios y se podía ahorrar. En el que se podían cambiar los pesos por moneda extranjera. Todo eso en la Argentina de hoy no es posible». Son palabras de Sebastian Fest, corresponsal en Buenos Aires de El Mundo de España.
Carlos Fara, consultor político de amplia trayectoria y recientemente nombrado presidente de la Asociación Internacional de Consultores Políticos, denomina a Milei como un outsider en toda regla. «Quizá en Argentina el último outsider que llegó al poder sea el propio Juan Domingo Perón en 1946». Sobre la base de apoyo que concretó el triunfo del polémico candidato, Fara dice: «Milei consolida algo que ya habíamos visto en agosto [primarias] y en octubre [primera vuelta], insertándose en sectores bajos y sectores populares, representándole casi por primera vez en la historia una competencia al peronismo en su base social». «La enorme mayoría de los votantes de Juntos por el Cambio [antes Cambiemos], que son más de sectores medios y medioaltos. Eso hace más diversa la coalición social que lo apoyó».
La diferencia entre el candidato peronista, Sergio Massa (44,30%), y Javier Milei (55,69%), ha sido proporcional a la necesidad de cambio exigida por la sociedad. Dice Fara que «un cambio más profundo era pedido por el 80% de la gente. El punto era ¿qué cambio? Y ¿quién podía canalizarlo mejor?».

¿Cómo ganó?
De acuerdo con Augusto Reina, consultor y director de la agencia Doserre, las claves de la elección no están en la comunicación sino en el hartazgo y la exigencia de cambio. Sin embargo, Javier Milei fue antes un fenómeno comunicacional que captó la atención de los medios de comunicación dentro y fuera de Argentina.
«Fue una comunicación bastante contraintuitiva en sus formatos, en las redes que usó e incluso en el mensaje que promulgaba. ¿Qué tuvo de particular? Lo nutrida, consistente y trabajadora de la comunidad de seguidores libertarios en las redes. Es una comunidad orgánica, sobre todo el TikTok. Son contenidos que vuelan independientemente de lo que haga el candidato. La centralidad comunicativa no la tuvo el candidato. Incluso gran parte de sus contenidos eran recopilados de sus entrevistas en televisión. Esto tiene una particularidad y son los torbellinos mediáticos. Se llevan adelante ciclos noticiosos a fuerza de contenidos disruptivos e incluso ideológicos», explicó Reina.
Un detalle encontrado por Reina en los grupos focales de Javier Milei interesa al análisis de la situación. «Él [Milei] genera algo, sobre todo en el segmento más joven (16-25 años). Y es que tiene la capacidad de que a través de pocas claves vende elementos interpretativos de la realidad. ¿Hay inflación? Bajemos el Banco Central. ¿Hay pobreza? Hay que sacarles la plata a los políticos. Con esas pequeñas claves tiene forma de resolver y empoderar a sus electores sobre cómo el presidente de turno puede resolver los problemas». Para Reina, la audacia de Javier Milei fue ser el abanderado de la necesidad de cambio que pedía la sociedad. Considera que es difícil afirmar que toda la votación que obtuvo fue decididamente a apoyarlo a él y a su proyecto de shock y reformas profundas. «Sí tomaría con bastante más fuerza que el 55% buscó una opción de cambio».

Invitamos a ver la Mesa de Análisis de Diálogo Político sobre las presidenciales en Argentina.






https://www.eldiarioar.com/politica/cumulo-datos-falsos-tergiversados-exagerados-mal-signo-comenzar-mandato-presidencial_129_10755332.html

El país de milei
Un cúmulo de datos falsos, tergiversados o exagerados, mal signo para comenzar un mandato presidencial
Javier Milei mezcló cifras reales y de dudoso origen, o directamente las inventó para describir la “peor herencia de la historia”. El consejo de Macri de “contar la verdad” tuvo consecuencias.

Sebastián Lacunza
@sebalacunza

La narrativa de Mauricio Macri dice que uno de los pocos errores de su mandato presidencial fue no haber contado “la verdad a los argentinos” sobre la situación heredada en diciembre de 2015, con el supuesto fin de no amargar a la población. Una lectura de los discursos del expresidente el día de su asunción o el de apertura de sesiones del Congreso en marzo de 2016, el creativo compendio “El estado del Estado” o la constatación del contenido de los poderosos medios que acompañaron a Cambiemos desmiente la afirmación. Por el contrario, el macrismo se dio vía libre para difundir una versión a su antojo sobre el balance de los gobiernos kirchneristas.
Macri le aconsejó a Milei que no ahorrara datos sobre la realidad recibida. Era un secreto a voces que el nuevo presidente le haría caso para describir “la peor herencia de la historia”.
Los problemas de Argentina son múltiples: sociales, económicos, de funcionamiento del Estado, educativos. No es objeto de esta nota abordarlos, sino repasar el cúmulo de datos falsos, exagerados o tergiversados presentes en el discurso de asunción.
“Hoy comienza una nueva era en Argentina”, aseveró Milei. “Ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros”.

Déficit fiscal
“El kirchnerismo, que en sus inicios se jactaba de tener superávit gemelos, esto es, superávit fiscal y externo, hoy nos deja déficit gemelos por 17% del PBI. A su vez, de esos 17 puntos del PBI, 15 corresponden al déficit consolidado entre el Tesoro y el Banco Central. Por lo tanto, no existe solución viable en la que se evite atacar al déficit fiscal. Al mismo tiempo, de esos 15 puntos de déficit fiscal, 5 corresponden al Tesoro Nacional y 10 al Banco Central, por lo que la solución implica, por un lado, un ajuste fiscal en el sector público nacional de cinco puntos del PBI, que a diferencia del pasado, caerá casi totalmente sobre el Estado y no sobre el sector privado”.

El déficit fiscal primario estipulado en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para 2023 era 1,9%. Los desbalances instrumentados por Sergio Massa este año, al calor de su campaña presidencial, dispararon el porcentaje a entre 2,8% a 4%, según estimaciones privadas de diverso origen. Alguno suma otros renglones y eleva la estimación algún punto más. Para escalar al 15% denunciado, Milei mezcla linealmente el gasto estatal con la posición de Leliqs y otros pasivos del Banco Central. Esas letras de respaldo a los depositos bancarios en pesos son un problema grave para algunos economistas, o secundario para otros, más allá de abordajes ideológicos. Lo que está claro es que ninguna estimación seria permite sumarlos en un discurso de apertura de un gobierno con el fin subalterno de justificar ajustes draconianos por venir.

“Inflación plantada”
El Presidente puso en la batidora antecedentes del Rodrigazo de 1975, el pico de precios actual y los pasivos remunerados del Banco Central para llegar a una novedosa categoría, la “inflación plantada”.

“Esta es la herencia que nos deja, una inflación plantada del 15.000% anual, (contra) la cual vamos a luchar contra uñas y dientes para erradicarla”.

La altísima inflación argentina de 2023 será del orden de 150%. No tiene sentido analizar el porcentaje que imaginó Milei, ni mucho menos considerar que eso es una “herencia”. Acaso crea que es una forma de convencer a su base electoral de que la disparada inflacionaria producto de la inminente devaluación y suba de tarifas no será tan difícil de sobrellevar. La devaluación y la corrección de precios relativos estaban en la agenda de 2024 cualquiera fuera el ganador de las elecciones presidenciales, pero es responsabilidad de Milei elegir el camino de llevarlas a cabo. Como intento de crear un fantasma para amortiguar los efectos de sus decisiones, suena burdo.

Deuda de almacenero
Alguien le acercó a Milei una cuenta de almacenero de la deuda de US$ 30.000 millones por pago de importaciones, utilidades pendientes por US$ 10.000 millones, la Leliqs del Banco Central, el juicio del fondo Burford por la estatización de YPF y los bonos del Tesoro en pesos, y llegó a otra cifra de impacto: US$ 100.000 millones a ser pagados en 2024.
Si Milei decide saldar todas esas cuentas, será su voluntad. Algunas son deudas amenazantes para la estabilidad del país, mientras otras son refinanciables. También hay obligaciones habituales del Estado y algunas que forman parte de decisiones políticas. Una vez más, una mezcolanza que malversa la situación real.

Muertes por COVID
Milei faltó a la verdad a la hora de evaluar las muertes por coronavirus. Afirmó: “Durante la pandemia, si los argentinos hubieran hecho lo que hizo la media de los países del mundo, hubiéramos tenido 30.000 muertos. Pero gracias al 'Estado que nos cuida y a su ineficiencia', 130.000 argentinos perdieron la vida”.
Hacia septiembre de 2022, Argentina tenía menos fallecidos cada 100.000 habitantes que vecinos como Perú, México, Chile y Brasil. Medida por exceso sobre las muertes habituales entre enero de 2020 y marzo de 2021, Argentina está en la base de la pirámide regional.

“Empleo estancado”
El mandatario habló de empleo. Dijo que los puestos en el sector privado se mantienen estancados en 6 millones. Falso. El gobierno de Alberto Fernández tiene muchas cifras negativas para exhibir en cuanto al valor del salario, sobre todo de los trabajadores en negro, inflación y pobreza. En empleo, se registran alzas en los segmentos de asalariados inscriptos, registrados e informales. Entre diciembre de 2019 e igual mes de 2023, los puestos de asalariados formales crecieron en más de 300.000, cifra no desdeñable si se tiene en cuenta el derrumbe en la materia de Macri, quien felicitó a Milei por su discurso inaugural.

“Baño de sangre”
El nuevo presidente aludió a la inseguridad, tema omnipresente en los medios y factor de primordial preocupación para muchos argentinos.
“Nuestros desafíos no terminan solamente en el plano económico. El nivel de deterioro de nuestro país es tal que abarca todas las esferas de la vida en comunidad. En materia de seguridad, Argentina se ha convertido en un baño de sangre”, dijo Milei.
Aunque el robo es una realidad acuciante en barrios de las grandes ciudades, la alusión de Milei lució una vez más exagerada a la luz de los datos reales. La Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Delito reportó datos de 2022 que indican que en Argentina ocurrieron 4,3 homicidios cada 100.000 habitantes, una cifra muy inferior a la mayoría de los países de América Latina. Por ejemplo, el ratio llega a 21,3 en Brasil, 6,7 en Chile y 11,2 en Uruguay.
“Los delincuentes caminan libres, mientras los argentinos de bien se encierran tras las rejas. El narcotráfico se apoderó lentamente de nuestras calles, a punto tal que una de las ciudades más importantes de nuestro país ha sido secuestrada por los narcos y la violencia”, dijo en alusión a Rosario, urbe que multiplica varias veces el promedio de asesinatos nacional. La cantidad de encarcelados, muy superior a la de décadas atrás, demuestra otra afirmación liviana del ultraderechista.

Los chicos que no terminan la escuela
Milei reservó unas líneas a la educación.
“Para que tengan en cuenta el deterioro que vivimos, sólo el 16% de los chicos se reciben en tiempo y forma en la escuela, sólo 16 de cada 100, el 84% no termina la escuela en tiempo y forma”
La misma nota de la que Milei probablemente leyó el título, pero no el contenido, desmenuza la estadística elaborada por la organizacón Observatorio de Argentinos por la Educación.
Quienes terminan la escuela secundaria en doce años, el tiempo estipulado en el calendario, son 52% de los alumnos, en un país con una tasa de escolaridad primaria entre las más altas del mundo. Del resto, la mitad (cerca de 25% del total) completa el secundario más tarde, según el cómputo de 2020.
Para reducir el 52% al 16% la porción de quienes “terminan la escuela en tiempo y forma”, tal como Milei se permitió decir frente a sus votantes, las cámaras legislativas y mandatarios extranjeros, mezcló un análisis sobre los conocimientos mínimos de comprensión de textos y matemática que esa ONG consideró mensurables, entre muchas metodologías que arrojan otros resultados.
Es decir, el economista combinó un dato duro, como la matrícula escolar, con una evaluación de conocimiento que podrá o no ser respetable, pero se refiere a otra cosa.
Peras, manzanas y el valor de la palabra pública de quien acaba de asumir la presidencia..

SL




https://www.revistaanfibia.com/una-catastrofe-anunciada/

Milei presidente electo, una catástrofe anunciada

El neoliberalismo autoritario no es nuevo. La economización de la vida y la erosión de la soberanía estatal le quitan a la política la capacidad de resolver problemas, de atender demandas y debilitan las democracias. En este contexto, el triunfo de Milei es una catástrofe largamente anunciada. Cuando el presente se satura y todo lo malo ya está sucediendo, los imaginarios de futuro se adelgazan y el deseo de destruirlo todo encuentra sólidas condiciones de escucha. La transición al fascismo puede ser veloz, dicen Micaela Cuesta y Lucia Wegelin e invitan a mirar de frente un fenómeno social al que vienen estudiando desde hace tiempo.

Por: Micaela Cuesta Lucía Wegelin Arte: Juan Soto

El enmudecimiento que puede producir que el mundo que nos rodea haya cambiado no debe confundirse con la sorpresa ingenua porque ese cambio haya, al fin, sucedido. La desorientación que a algunos nos atraviesa se explica más por falta de horizontes que señalen el camino en esta nueva realidad que por el asombro de quien no vio venir la transformación social que se estaba gestando. 
Al fin y al cabo, el neoliberalismo autoritario no es un fenómeno nuevo y no sólo porque haya habido experiencias como las de Trump o Bolsonaro, sino porque desde hace tiempo se vienen generando las condiciones de posibilidad para el debilitamiento de la democracia de la que somos testigos. Y esto en dos sentidos. Por un lado, la economización de la vida que erige a la competencia como modelo de toda socialización fragiliza los valores y los consensos sobre los que se sostienen los regímenes democráticos  (como la exclusión de la violencia política que lo refundara en nuestro país, hace 40 años). Por otro lado, el neoliberalismo erosiona las soberanías estatales (no sólo a través de la incidencia en la política económica de organismos multilaterales de crédito como el FMI, sino también a causa de la transnacionalización del capital, la financiarización de la economía y la digitalización sin frontera de los múltiples intercambios comerciales y sociales), quitándole a la política la capacidad de resolver problemas, de atender demandas, de decidir de modo autónomo estrategias y técnicas de maniobra. 
Cuando esos problemas se agravan y la política no consigue ofrecer respuestas satisfactorias pero tampoco discursos que puedan explicar y dar sentido a los padecimientos sociales, esa desconfianza puede reconducirse fácilmente hacia una responsabilización de la política in toto por su impotencia. En 2021 escribíamos un informe sobre la representaciones políticas en la post-pandemia donde señalábamos que se estaba instalando una nueva grieta ahora entre “ellos”, los políticos y “nosotros”. Por supuesto, eso nunca significó que la contraposición entre peronismo y antiperonismo hubiera desaparecido por completo, pero ella parecía no ser ya la ordenadora del campo político según las representaciones de los ciudadanos. Ahí estaba latente la posibilidad cierta de reescribir al antagonismo clásico de la política argentina bajo una nueva sintaxis “anti-casta”, incluyendo a los políticos antiperonistas en el lado de los “ciudadanos de bien”.

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Siguiendo a Freud en Psicología de las masas y análisis del yo, la evidencia de la impotencia de los individuos y los Estados para resolver problemas que se agigantan intercediendo en lo más pequeño, como la inflación, es el primer paso para la identificación con un líder sobre el que se proyecta la potencia que no se tiene, porque “sabe de economía” y  “tiene el coraje y la fuerza para hacer lo que hay que hacer”. La escenificación de la violencia nunca fue un límite para sus adhesiones (y no habría que confiar en que lo sea) sino, por el contrario, un vehículo para condensar una discursividad social que acogía cada vez más violencia, corriendo el límite de lo democrático hacia, por ejemplo, la legitimación del deseo de castigo de un otro social. Lo que caracteriza al neoliberalismo autoritario es precisamente su capacidad de conseguir consensos (y por lo tanto triunfos políticos dentro del juego democrático) pero ya no en base a promesas de felicidad e integración a un capitalismo multiculturalista sin fricciones (ya vetusto) sino ofreciendo objetos para una catexis negativa que dé curso al deseo de caos y destrucción. 
Para que esta narrativa política virulenta sea eficaz es preciso consolidar la interpretación por parte de las mayorías de un presente signado por la catástrofe. Esta configuración se confirma a la luz del análisis de una serie de grupos focales realizados durante septiembre de 2023. De manera transversal, aunque con una pequeña intensificación según filiaciones y/o autopercepciones políticas (sobre todo las que se inscriben en el campo de la derecha y la extrema derecha), se comparte un diagnóstico del presente como Caótico/Imposible/Desastroso que se devalúa al tiempo que “nos disminuye”. Entre los más jóvenes esto aparece enunciado como pánico ante la devastación. El temor crece en la medida en que la crisis es entendida como “sin fondo” y el país como “roto”. Una crisis hecha de estos elementos no sólo aloja el desborde sino que lo ansía.  
En esta caracterización sucede un fenómeno relativamente singular, una suerte de “inflación del presente”. Un presente saturado donde todo lo malo estaría ya sucediendo: ya estamos en el seno de un crack bursátil, ya estamos en el estallido del 2001, más aún, ya sucedieron sus efectos en la pandemia con el cierre de comercios, el aumento del desempleo, el hartazgo, la  desesperación, la muerte. La gente ya portaría armas, ya habría quien vende a sus hijos para sobrevivir, y ya conviviríamos con medidas que limitan el consumo; ya somos “Venezuela” o “Cuba”. En la instalación de ese imaginario ya no de crisis transicional/ambivalente -como podíamos avisorar en los estudios durante la pandemia- sino de debacle, de camino hacia el precipicio, se dirime la sobrevida de las instituciones de la democracia. 
Theodor Adorno, esta vez en un temprano texto, recuerda cómo la construcción de la imagen de una situación desesperante por parte de los agitadores fascistas (de los mass media, pero también diríamos hoy de los influencers de las rrss, de la deep web) alienta salidas desesperadas. La catástrofe, decía allí, como anuncio vacío funciona como sustituto de la idea de revolución que invita a un cambio radical sin contenido social específico. Ella es involuntaria y con ella se priva a los sujetos de su espontaneidad para volverlos rehenes, espectadores de sucesos que se deciden “por encima de sus cabezas” (1). La catástrofe es descripta, además, como peligro -aunque esto no sea más que una racionalización que oculta el deseo de caos-. Esta noción se articula con una actitud peculiar respecto del tiempo señalada ya por el psicoanálisis en relación al sentimiento neurótico de impotencia. Quien experimenta la impotencia “lo espera todo del tiempo in abstracto”. El tiempo sin contenido deviene garante del cambio con prescindencia de la actuación y, sobre todo, de la responsabilidad del sujeto.

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A medida que crece la opacidad sobre las complejas causas de los malestares y se rigidiza la imagen que nombra la crisis del presente, los imaginarios de futuro se adelgazan. Sobrevuela la idea de que la tormenta por venir es inevitable y de que cuanto más fuertes sea el vendaval más posible es que se produzca el reseteo que nos saque de la catástrofe presente; que se está a la deriva y se va a estar a la deriva. De esa imaginación fatal sólo podrá desviarnos, piensan nuestros entrevistados, un golpe de timón, pero uno rápido (“en el corto plazo y de una”); una suerte de ofrenda en la pira sacrificial para conjurar todo el sacrificio ya realizado. 
En un lenguaje menos metafórico esos imaginarios de futuro se dicen en palabras profanas: seguridad económica y física, algo tan elemental como “salir sin tener miedo a que te maten”. En otras ocasiones se colman de ocurrencias privadas: conseguir un amor, escapar a otro país, tener un changuito que rebalse de mercancías (sin la presión de reparar en promociones y descuentos). Para quienes no formaron parte de los años ’90, ni tampoco de la crisis del 2001, “el sueño del dólar” se presentifica, intriga, generando una mezcla de entusiasmo y ansiedad.
En una situación donde se ha instalado la narrativa de la “urgencia”, donde “todo está mal”, en la que se asiste a un desorden generalizado, el llamado al orden “desde arriba” para abajo, se torna por demás eficaz. Es necesario refundar, “resetear”, se dice, lo que está fundido: la política, la justicia, la economía. No ha de sorprender, luego, que allí crezca como orden deseado -aunque también temido- el representado por una figura tan peculiar como polémica como es la de Bukele o la de sus réplicas vernáculas.

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Sobre esta superficie viene operando desde hace tiempo esa ideología neoliberal que erosiona desde su interior las lenguas de la política y la democracia; a esos procesos de desidentificación con las figuras de la política, de sentimiento de abandono, de sospecha sobre la honestidad y destreza en el desempeño de sus trabajos así como de la calidad de las instituciones pueden condensarse en una imagen que emerge de los grupos focales para nombrar el vínculo con la política: el circo romano. En la arena, se dice, está el pueblo desangrándose, peleándose entre sí, sacrificándose para intentar sobrevivir mientras los poderosos asisten desde el palco. Esa metáfora declina de otros modos: los de abajo se pelean por intrigas generadas por los de arriba, de ese modo se los distrae para que “ellos” sólo en apariencia antagonistas hagan sus negocios; o bien, aunque esta construcción sea minoritaria, se encuentra la idea de que son los políticos quienes hacen su “show” del conflicto en la arena como mera simulación -con la convicción de que “la violencia genera adrenalina”-; una puesta en escena de un espectáculo para entretener a las masas que se quedan sin pan, pero con circo. Si el papel está bien actuado pueden “zafar” si no pueden ser castigados, porque el público, ellos advierten, a veces, castiga. 
De lo que no cabe duda es de que a las buenas ubicaciones nunca se accede y que esa arena de conflictividad y violencia se hace cada vez más amplia y abarcativa. En el palco permanecen los mismos de siempre: los poderosos (políticos, multinacionales, FMI), mirando gozosos como “nosotros” hacemos sacrificios. A veces, alguno de ellos hace la “mímica de bajarse al campo de lucha”, de ocupar “nuestras” posiciones, pero todo queda en eso: mera mímica.
El saldo ideológico de estas configuraciones es la operación de totalización del sentido de “la política”. Ya no es posible diferenciar internamente, atender a las contradicciones, identificar proyectos contrapuestos, reconocer su por qué/para qué, su principio y telos. En esa totalización se la concibe como algo distorsionado, como mal necesario, como elemento impuro que corrompe y contamina. No es el deseo democrático ni la esperanza sino el escepticismo el que parece dominar la escena: ya nadie cree demasiado en nada, todo se reduce al “menos malo”. Lo que exculpa es la única certeza que se tiene: “nunca nadie cumple. Nunca mi voto cambió nada”. En este suelo la alusión a “la casta” deviene un aglutinante feroz.
La invitación a destruir todo aquello que se presenta como límite a la capacidad de acción del sujeto en una coyuntura construida como desesperante encuentra sólidas condiciones de escucha. En el llamado a tomar medidas drásticas reclamadas por una situación igual de drástica, los límites democráticos se desdibujan y si bien se percibe que acciones como la clausura del Congreso sería inconveniente, se acepta de buena gana y con entusiasmo su “limpieza”, su cierre temporario por “desratificación”.
Cuando en una coyuntura se congregan todos estos elementos histórico-sociales, la transición de predisposiciones autoritarias como problema sociológico al fascismo como inflexión política puede ser tan veloz como determinante. Se vuelve imperioso calibrar entonces, como decía Adorno, cuán “tremendamente real y político” (2) puede ser este fenómeno social al que venimos estudiando desde hace tiempo y que hoy es preciso mirar de frente.  

Notas:

Adorno, Th. W. (2009). “La técnica psicológica de las alocuciones radiofónicas de Martin Luther Thomas. Sección II” en Escritos sociológicos II, Vol. 1. Madrid: Akal.
Adorno, Th. W. (2021). Rasgos del nuevo radicalismo de derecha. Barcelona: Taurus.







1 comentario:

  1. sin ánimo de mejorar, para nada, a M.de H. digo q mencionar la ley de alquileres no es referencia, xq hasta ese momento regía un ley de antes (decían) del '55 que había congelado los alquileres, pero nadie se "animaba" a cambiar, el pago era casi irrisorio

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