Notas sobre posneoliberalismo y corrupción

La corrupción

Por Luis Bruschtein
En forma esporádica pero recurrente la corrupción pasa a convertirse en la columna principal del relato crítico al Gobierno. Es un discurso que no llega a impactar contra los argumentos de los que lo apoyan, porque éstos se sostienen en otros temas, como los derechos humanos, las políticas sociales o la integración regional y varios más. En esas situaciones, los argumentos en contra y a favor no se cruzan y por lo tanto no dialogan ni se convencen.

Las presuposiciones como dato científico.


El discurso antagonista salva esa distancia explicando que lo único que le interesa a este gobierno es robar y que todo lo demás es relato, cosmética, mentira. Pero los que apoyan son protagonistas de muchas de las medidas del Gobierno, desde comerciantes que estaban antes al borde de la quiebra, jubilados que habían sido desplazados por las AFJP y luego incorporados a la jubilación estatal, desocupados que consiguieron trabajo e incluso los que han visto juzgar y condenar a los represores de la dictadura o miembros de minorías de género u opción sexual. Para ellos cada una o alguna de esas medidas han sido muy concretas, les han cambiado la vida.



Se genera así un efecto de espejo. Si esas medidas de gobierno no son mentiras –el negocio está bien, tengo trabajo, tengo jubilación, los represores están presos–, entonces lo que sí son mentiras son las cosas que los críticos dicen que son verdad. Si se busca sensibilizar a partir de las denuncias de corrupción como único argumento, este discurso termina por generar descreimiento en un gran sector. No es que se consienta la corrupción, sino que no se cree en el torrente de denuncias que se difunde.

La poderosa intervención de los grandes medios afecta esa lógica en alguna medida y puede hacer daño por su efecto masivo y repetitivo. Pero los medios no necesitan probar una denuncia ante la Justicia para hacerla creíble. Daría la impresión de que les resultaría mucho más difícil si tomaran como eje para sus críticas a las políticas sociales del Gobierno, las de derechos humanos, de integración regional u otras, en vez de elegir la corrupción como eje. Cada vez que el discurso opositor derivó hacia alguno de esos temas puso al desnudo argumentos mezquinos, de baja calidad democrática y en general representativos de pequeños sectores. Cada vez que se dio, ese debate favoreció al Gobierno.

La elección de la denuncia de la corrupción es una decisión política, pero además tiene que ver con la calidad de la denuncia y los mecanismos de convencimiento que tienen los medios. En los otros terrenos el efecto de los grandes medios tiene menos penetración porque se trata de políticas masivas que tienen consecuencias masivas y verificables de manera individual. Cada quien puede conocer algún resultado de las políticas de inclusión, de distribución del ingreso o de ampliación de derechos. En esos casos, la realidad virtual puede ser confrontada con una realidad concreta y pierde fuerza, pasa a ser parte de una escenografía.

En cambio, la realidad virtual puede prevalecer en temas que son amenazantes o lesivos para un grupo social –lo cual lo predispone– y cuya existencia real o su escala no puede ser comprobada ni por cada persona ni por ese grupo sin la intermediación mediática. A diferencia de las políticas masivas, un acto de corrupción no puede ser conocido si no es a través de los medios. Pero si hay una decisión política tan enfática, porque en otros temas tiene menos ventaja, lo que puede aparecer, más que la comprobación de un acto de corrupción, es una construcción mediática, algo que está forzado, que está construido como si fuera la realidad, sin serlo. Así, un lenguaje mediático que sirve para interpretar y representar la realidad se utiliza esta vez para recrearla por la necesidad de explotar al máximo una temática. Y de esta manera la construcción mediática se transforma en operación política.

Antes del actual intento mediático de vincular a Néstor Kirchner con actos de corrupción a través del empresario Lázaro Báez se escribieron toneladas de papel sobre un supuesto acto de corrupción del vicepresidente Amado Boudou con relación a la empresa Ciccone Calcográfica. Si alguien cometió un delito de corrupción tiene que ser castigado por la Justicia. No se trata aquí de plantear la inocencia de Boudou ni de nadie. De lo que se trata es que la campaña periodística nunca pudo demostrar su culpabilidad y que la elección del vicepresidente para realizar esa campaña fue una decisión política. La investigación periodística parecía abrumadora por su volumen pero no terminaba de probar su hipótesis. En ningún momento pudieron probar que Boudou se hubiera favorecido en alguna transacción. Para eso hubieran tenido que demostrar que el vicepresidente o un testaferro suyo eran los dueños de The Old Fund o los financistas de Ciccone Calcográfica. No habían podido probar la parte más importante, pero el volumen de lo difundido y su repetición permanente en todos los grandes medios corporativos dejaba la sensación opuesta.

Finalmente, el Gobierno ejecutó la deuda que Ciccone tenía con la AFIP y estatizó la empresa para la fabricación de papel moneda. No pagó un peso de más. Quienes fueran los dueños no salían favorecidos en nada. Todo lo contrario. Algún obstinado llegó a afirmar que el Gobierno había tomado esa decisión estratégica solamente para tapar todo. Pero al poco tiempo, el banquero Raúl Moneta exigió una indemnización, ya que reconoció que era él quien había financiado a The Old Fund –un sello que sí pertenecía a Alejandro Vanderbroele– para controlar a Ciccone. La irrupción de Moneta terminó por neutralizar toda la campaña mediática, que fue languideciendo a partir de allí. De todos modos, cuando hablan de ese caso, la oposición y los grandes medios dicen que la investigación fue parada por el Gobierno cuando la defensa consiguió cambiar a un fiscal que había sido influenciable por los medios. Pero no dicen que cualquier presunción de culpabilidad de Boudou perdía fuerza con la estatización de la empresa y con la irrupción de Moneta como el verdadero financista.

Vanderbroele trabajaba para Moneta y no para Boudou. Los agujeros que tenía la investigación periodística eran evidentes desde antes, pero el caudal de notas y el ametrallamiento permanente por parte de los grandes medios los tapaba.

El disparador del caso anterior fue la ex mujer de Vanderbroele. El disparador del caso Lázaro Báez fueron dos testimonios que después se desdijeron: confesaron que mintieron para dirimir problemas de negocios, en un caso con supuestos deudores y en el otro para perjudicar a un ex empleador suyo. Y la única documentación fueron un papel a nombre del hijo de Lázaro Báez, la venta de la casa de los Kirchner en Santa Cruz a la empresa de Báez y una sociedad donde Kirchner puso el terreno y Báez construyó un edificio de departamentos. Si Lázaro Báez evadió al fisco, deberá ser juzgado y castigado. Pero todo el montaje no fue para encarcelar a Báez por evasión, sino para tratar de mostrarlo como testaferro de Kirchner. En realidad, demuestra lo contrario, porque si hubiera sido así, Kirchner se hubiera cuidado de no aparecer en ningún negocio con Báez. Y son dos negocios chicos (la venta de una casa y un terreno) sin ninguna relación con fondos públicos. Han gastado tinta y saliva para hablar de los negocios de Báez (que tiene muchos con su constructora) y no importa que no hayan podido comprobar que sea un testaferro, porque los grandes titulares y la multiplicación de cada artículo y de cada anuncio crean la sensación de que fue así. Cuando la Justicia no encuentre pruebas responsabilizarán al juez.

Estos dos casos son paradigmáticos porque no les interesa demostrar que existe corrupción pública, un problema que es necesario desterrar. Van más allá, porque buscaron involucrar al vicepresidente y a un ex presidente para instalar como paradigma ejemplar que cualquier política que transgreda los marcos estipulados por el poder económico es tan marginal que solamente puede estar motivada por el latrocinio. Cuando se elige la denuncia anticorrupción como herramienta central de cuestionamiento a un gobierno es porque cualquier otro plano no les sería favorable. Pero además, la moraleja de esta campaña de los grandes medios sería que el progresismo o las políticas de cambio están bien para exhibir en la vitrina del cristalero o para declaraciones testimoniales pero cuando alguien las impulsa en la realidad, sólo puede tratarse de un marginal y un ladrón.
fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-219786-2013-05-11.html

La "percepción" como "dato" de "transparencia" (!?)


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La corrupción oculta de las potencias

El catedrático Hickel señala un problema fundamental en términos sistémicos para la economía mundial: la corrupción de guante blanco, invisible y refinada, en los países desarrollados. En lista figuran EE.UU., Japón, Reino Unido y Suiza, entre otros.

Por Marcelo Justo
Una visión muy extendida sobre el desarrollo económico es que los problemas que enfrentan las economías en desarrollo y los países pobres se deben a la corrupción. Esta visión choca con un dato contundente de la realidad internacional: China. Ni el mismo Partido Comunista pone en duda que la corrupción es uno de los grandes problemas nacionales, todo lo cual no ha impedido un crecimiento promedio de dos dígitos en las últimas tres décadas. Pero, además, según Jason Hickel, catedrático de la London School of Economics, esta perspectiva oculta un problema mucho más fundamental en términos sistémicos para la economía mundial: la corrupción en los países desarrollados. Se trata de una corrupción de guante blanco, invisible y refinada, que fue una de las claves del estallido financiero de 2008. Página/12 dialogó con Hickel sobre el tema.

–Según la Convención de la ONU sobre Corrupción, ésta les cuesta a los países en desarrollo entre 20 y 40 mil millones de dólares anuales. Es una suma considerable. Pero usted dice que, en comparación, la corrupción del mundo desarrollado es mucho mayor y tiene un impacto sistémico mucho más grande. ¿Cómo llegó a esa conclusión?

–El presidente del Banco Mundial, Jim Kim, hizo este cálculo sobre el costo de la corrupción en el mundo en desarrollo. Pero esta suma, indudablemente importante, constituye apenas un 3 por ciento del total de los flujos ilícitos que abandonan los países en desarrollo cada año. La evasión fiscal sola es 25 veces esa suma. El año pasado, un millón de millones de dólares se fugaron de los países en desarrollo y terminaron en paraísos fiscales por una práctica conocida como re-facturación, en la que las empresas falsifican documentos para que sus ganancias aparezcan en paraísos fiscales en los que no pagan impuestos en vez de en las jurisdicciones donde las empresas hicieron las ganancias. Por supuesto que esto sólo es parte del problema. Hay otras prácticas, como el llamado precio de transferencia. Las multinacionales comercian sus productos entre sus propias subsidiarias para pagar en la jurisdicción donde el impuesto es más bajo, algo que cuesta un millón de millón de dólares anuales, más o menos lo mismo que la refacturación.

–¿Por qué es tan fácil la evasión fiscal?

–Porque las reglas de la Organización Mundial del Comercio les permite a los exportadores declarar lo que se les antoja en sus declaraciones aduaneras. Esto les permite subvaluar sus productos para que paguen menos impuestos. No debería sorprendernos dado la ausencia de democracia interna de la OMC. El poder de negociación en la OMC está determinado por el tamaño del mercado y las decisiones más cruciales se toman en reuniones del llamado “cuarto verde”, que son manejadas por los países más poderosos, de manera que el comercio mundial termina manipulado a favor de los ricos.

–Curiosamente, en el índice más publicitado a nivel mundial sobre corrupción, el de Transparencia Internacional, se presenta un panorama exactamente opuesto, es decir, el mundo desarrollado sufriendo a manos del mundo en desarrollo los estragos de la corrupción. ¿Qué opina de este índice?

–El índice tiene una serie de problemas. Primero, se basa en la percepción* de corrupción que hay en el propio país. De manera que los encuestados no pueden decir nada sobre lo que piensan de otros modos de corrupción, como pueden ser los paraísos fiscales o la OMC. Segundo, como el índice mide percepciones más que realidades, está expuesto a las narrativas de los departamentos de relaciones públicas. La narrativa dominante está promovida por un complejo de organizaciones, desde el Banco Mundial hasta Usaid y muchas ONG, que centran el tema de la pobreza en la corrupción de los propios países en desarrollo. De manera que no sorprende que los encuestados terminen reflejando esta visión. Además, los índices se basan en datos de instituciones como el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial. Estas instituciones, que representan a países ricos occidentales, tienen un interés creado en mantener esta narrativa sobre la corrupción.

–Dos países que suelen estar a la vanguardia de todas estas denuncias de corrupción en el mundo en desarrollo son Estados Unidos y el Reino Unido. ¿Cuál es la situación real de estos países respecto de la corrupción?

–Según Transparencia Internacional, Estados Unidos está bastante libre de corrupción. Según la Red de Tax Justice, en cambio, Estados Unidos está en el sexto lugar a nivel mundial en el rango de corrupción, debido a que tiene jurisdicciones secretas que le permiten funcionar como centros de evasión impositiva. Pero además sabemos que la corrupción atraviesa el sistema político estadounidense. Las corporaciones pueden gastar dinero sin límites en las campañas políticas para asegurar que sus candidatos sean elegidos. Así las cosas, no sorprende que más de la mitad de los congresistas sean multimillonarios. Y hay otras formas de lobby político mucho más directas. Según la Radio Nacional Pública, por cada dólar que gastan las corporaciones en tareas de lobby obtienen un retorno de 220 dólares. Y los sistemas regulatorios suelen estar capturados por gente de las mismas corporaciones que deben ser reguladas. El ejemplo más obvio es Henry Paulson, el CEO de Goldman Sachs, quien fue secretario del Tesoro de los Estados Unidos y artífice del rescate que canalizó millones de millones de dólares de los contribuyentes a la banca privada. En resumen, las corporaciones abusan del Estado para su propio provecho, lo que es la definición de corrupción de Transparency International. El Reino Unido es otro gran ejemplo. La City de Londres es uno de los centros de funcionamiento de los paraísos fiscales, de manera que sorprende que el Reino Unido sea calificado por Transparency International como un país sin corrupción. Y no es la única instancia de corrupción. La privatización de la infraestructura pública, tanto del sistema nacional de salud como de los trenes, ha permitido que gente como el multimillonario Richard Branson gane millones en subsidios estatales para su compañía Virgin Trains.

–Esto no quita que el tema de la corrupción en el mundo en desarrollo es real y tiene un fuerte impacto socioeconómico e institucional. ¿Cómo debería ser un índice neutral y justo sobre el tema de la corrupción?

–Por supuesto que la corrupción en el mundo en desarrollo es real y no debe ser subestimada como problema. Pero es importante concentrar la mirada en formas de corrupción ocultas. Por el momento lo más cercano que tenemos a un índice objetivo es el que elabora la Red de Tax Justice. En este índice, el ranking se elabora sobre países responsables de ocultar unos 30 millones de millones de dólares de riqueza en paraísos fiscales. Si mira la lista verá que los países que encabezan el ranking son el Reino Unido, Suiza, Luxemburgo, Hong Kong, Singapur, Estados Unidos, el Líbano, Alemania y Japón. Estos son los principales centros de corrupción que debemos enfrentar.
fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-240687-2014-02-27.html

* DEFINICIÓN DE PERCEPCIÓN
Percepción. La noción de percepción deriva del término latino perceptio y describe tanto a la acción como a la consecuencia de percibir (es decir, de tener la capacidad para recibir mediante los sentidos las imágenes, impresiones o sensaciones externas, o comprender y conocer algo).
Antes de definir este concepto diremos que para conocer el mundo interior o exterior necesitamos realizar un proceso de decodificación de los mensajes que se reciben a través de todo el cuerpo. Se define como percepción al proceso cognoscitivo a través del cual las personas son capaces de comprender su entorno y actuar en consecuencia a los impulsos que reciben; se trata de entender y organizar los estímulos generados por el ambiente y darles un sentido. De este modo lo siguiente que hará el individuo será enviar una respuesta en consecuencia.
La percepción puede hacer mención también a un determinado conocimiento, a una idea o a la sensación interior que surge a raíz de una impresión material derivada de nuestros sentidos.
Para la psicología, la percepción consiste en una función que le posibilita al organismo recibir, procesar e interpretar la información que llega desde el exterior valiéndose de los sentidos.
El término comenzó a captar la atención de los estudiosos durante el siglo XIX. Los primeros modelos que vinculaban la magnitud de un estímulo físico con la del episodio percibido posibilitaron la aparición de la denominada psicofísica.
Los especialistas aseguran que la percepción es el primer procedimiento cognoscitivo, que permite al sujeto capturar la información del medio que lo rodea a través de la energía que llega a los sistemas sensoriales.
Este procedimiento posee carácter inferencial y constructivo. En este contexto, la representación interior de lo que ocurre afuera surge a modo de hipótesis. Los datos que captan los receptores se analizan de modo paulatino, junto a la información que recoge la memoria y que contribuye al procesamiento y a la creación de dicha representación.
Mediante la percepción, la información es interpretada y se logra establecer la idea de un único objeto. Esto significa que es factible experimentar diversas cualidades de una misma cosa y fusionarlas a través de la percepción, para comprender que se trata de un único objeto. fuente: http://definicion.de/percepcion/

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domingo, 2 de marzo de 2014

Hacia la hegemonía posneoliberal

Emir Sader, Alainet

El movimiento de gobiernos progresistas en América Latina vino para superar y dar vuelta a la página del neoliberalismo. Tuvieron un comienzo en que se fueron sucediendo, conforme fueron fracasando los gobiernos neoliberales.

Han atacado los puntos más débiles del neoliberalismo: la desigualdad social, la centralidad del mercado, los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. La derecha de cada país y Washington, perdieron capacidad de iniciativa.

¿Qué iban a decir sobre políticas sociales que disminuyen la desigualdad, la pobreza, la miseria y la exclusión social, producidos por sus gobiernos a lo largo de tanto tiempo? ¿Qué podrían argumentar en contra de la acción del Estado para resistir a la recesión producida en el centro del capitalismo? ¿Cómo garantizar derechos sociales y desarrollo económico, sino impulsados desde el Estado, todavía más en época de recesión? ¿Qué argumentos podrían tener en contra de la intensificación del comercio con China y del comercio regional, dos sectores dinámicos en una economía mundial recesiva? ¿Qué pueden argumentar en contra de la extensión del mercado interno de consumo popular, que amplía el acceso de la gente a bienes fundamentales de consumo, a la vez que abre espacio de realización para la producción nacional?

Las derechas latinoamericanas, donde se han instalado gobiernos progresistas, han quedado reducidas a la inacción, a la oposición sin alternativas. Basta con decir que en los países en que se han aprovechado de gobiernos todavía débiles, para recuperar el poder- como en Honduras y Paraguay -, aun ahí lo han hecho por la vía de golpes blandos, hiriendo la misma institucionalidad construida por ellos.

Pero un revés de esa dimensión, propiciado por tantos gobiernos progresistas a la vez en América Latina, aislando como nunca a los Estados Unidos, no podría dejar de tener contraofensivas de parte de las derechas locales y de Washington. Las primeras reacciones fueron netamente golpistas, como el intento del 2002 en Venezuela, que fue el ejemplo más expresivo y que cerró el período de intentos golpistas de viejo estilo.

Enseguida vinieron otros intentos, más diversificados. Una modalidad que se repite siempre es el intento de tildar a los gobiernos de “corruptos”, que se asocia a la idea de que los partidos de izquierda se apropian del Estado para sus fines y de que toda fuente de corrupción viene del Estado. La ofensiva en contra del gobierno de Lula en 2005 es el mejor ejemplo de esta modalidad.

En Bolivia la derecha retomó la iniciativa teniendo como tema la reivindicación de la autonomía de provincias en contra del gobierno central de Evo Morales. Posteriormente, el tema ecológico fue utilizado por la oposición para apoyar a marchas en contra del gobierno.

En Argentina, la ofensiva del 2007 en contra del gobierno de Cristina Kirchner se centró en la elevación de impuestos –otro tema permanente de la derecha- a la exportación de la soya. Posteriormente, temas vinculados a la inflación y al desabastecimiento – al igual de lo que actualmente sucede en Venezuela – son los centros de las campañas opositoras.

La cuestión de la violencia y la seguridad pública es regularmente utilizada por los sectores conservadores en la perspectiva de sembrar pánico en la población y de demandar siempre actuaciones más duras –en lo policial y en lo penal– de los gobiernos y de los Estados.

El listado podría ser más largo y debiera ser, especialmente más detallado. Sin embargo nos basta para que podamos, en primer lugar, constatar que lo que la CEPAL llamara, en su momento, un período “fácil” de acumulación, ya fue superado. Las derechas se recomponen y contando con Estados Unidos, buscan recuperar la iniciativa. No tienen propuestas alternativas de gobierno, oscilan entre afirmar que harán lo mismo, pero “mejor”, o proponen formas distintas de retroceso a políticas neoliberales, de lo cual las oposiciones brasileñas son el ejemplo más claro, reivindicando el equipo económico del gobierno de Cardoso.

Lo que es cierto es que hoy los gobiernos posneoliberales han logrado un gran apoyo popular, centralmente por sus políticas sociales, determinantes en el continente más desigual del mundo. Los discursos políticos logran ciertos grados de consolidación de esos apoyos – lo que significa hegemonía -, pero cuando hay fallas en las políticas sociales, directamente por problemas en las áreas correspondientes o, indirectamente, por ejemplo, cuando procesos inflacionarios quitan capacidad de compra de los salarios, se pierden apoyos de la población.

Las políticas sociales, por esenciales que sean, permiten formas de consenso pasivo. De ahí las sucesivas victorias electorales, aun en medio de los monopolios privados de los medios de comunicación. Pero el paso de los consensos pasivos – aquellos en que, consultadas, las personas se pronuncian a favor de los gobiernos, por sus políticas de carácter popular – a consensos activos, en los que la gente dispone de argumentos a favor de esas políticas, de valores correspondientes a las formas de vida solidarias, y se dispone a organizarse y a movilizarse en su defensa, requiere estrategias específicas, de construcción de hegemonías alternativas.

Esos análisis tienen que tomar en cuenta el marco general de la hegemonía conservadora, incluyendo las formas de vida y de consumo exportadas por Estados Unidos y asumidas por amplias capas de la población, el monopolio de los medios de comunicación y los otros factores que componen el período histórico que vivimos en América Latina

Hay que denunciar siempre las maniobras de la derecha y de su gran aliado, el gobierno de los Estados Unidos, pero hay que tener conciencia que, cuando logran retomar iniciativa y logran imponer reveses a las fuerzas progresistas, es porque han encontrado errores de esas fuerzas. Es hora de un balance de las trayectorias recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998, pasando por todos los avances y los tropiezos desde entonces, en la perspectiva de la formulación consiente de estrategias de hegemonía pos neoliberales, tomando en cuenta las fuerzas propias y las de los adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos.

Ellos siempre actuarán conforme a sus intereses y objetivos. Nos toca tener claros los nuestros, hacer balances constantes y actuar de forma coordinada en la perspectiva de nuestros objetivos.
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