.imaginario y realidad

“... la configuración del sentido común es inherente a la construcción social de la representación que llamamos ‘lo real’, ya que en ese proceso se constituyen también una visión del mundo y una lectura de lo que se considera como ‘lo correcto y lo verdadero, en un determinado punto del tiempo histórico’. Lo cual compromete no sólo una ‘descripción’ del mundo en tanto ‘lo real’, sino una ‘valoración’ axiológica de ese mundo y los sujetos que lo habitan...”. (H.D.Aguilar)

martes, 7 de noviembre de 2017

Análisis de coyuntura - Sobre el cambio (en Apuntes Discontinuos)

Copio y pego dos interesantes análisis del blog Apuntes Discontinuos en torno al momento de desconcierto político que atraviesa el país.
"Muchas veces, Macri y los principales referentes del PRO exponen su compromiso para cambiar el país con una serie de palabras claves recitadas en tono amoroso pero firme. La verdad, el diálogo, la transparencia y el trabajo el equipo pueden ser algunas de las más utilizadas. Ellos se plantan para frenar a aquellos que apelan a la viveza criolla para obtener ventajas, a los que aprovechan los resquicios de la legalidad para introducir sustancias ilícitas, a los que coimean empresarios para obtener obras públicas, a los que evaden sus responsabilidades fiscales y a los que viven del Estado. Generalmente, utilizan la síntesis más efectiva de todo esto con un término que cala muy hondo en el sentir de su público: la corrupción, que parece ser una acción que sólo un sector de la sociedad ha practicado a lo largo de la historia."


Se recomienda leerlo en su fuente:
https://apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/?m=1

lunes, 6 de noviembre de 2017

El Cambio y sus peores ingredientes

Ya es más que un secreto a voces que, además del cinismo, nos gobierna la prepotencia. Quizá ambos conceptos van de la mano como una unidad indivisible. A casi dos años de Gobierno Amarillo, podría decirse que es una ecuación con horribles resultados: cinismo más prepotencia igual a todo lo espantoso que podamos enumerar. Una fórmula que se repite en todos los escenarios: toman una decisión arbitraria y destructiva para después lamentarse de sus nefastos resultados; cuando se produce la reacción de los afectados, salen con que “tenemos que ir por el camino del diálogo y el consenso” y prometen una corrección que nunca hacen; mientras entretienen a la opinión pública con este acting cínico, están pergeñando miles. Y todos con la intención de incrustar un modelo del derrame reforzado que en lugar de llevarnos a la Pobreza Cero, nos estampará contra la desigualdad más absoluta.
Para un listado de todos los ejemplos con sus explicaciones no alcanza la extensión de un Apunte. Si la intención es algo cercano a la totalidad, habría que pensar en un libro voluminoso de varios tomos: desde la ruptura sistemática de las promesas de campaña hasta la aplanadora que han puesto en marcha con la asunción de Macri. Demasiado insalubre. Para entender la lógica de la suma entre cinismo y prepotencia, basta con un recorrido a vuelo de pájaro por las últimas semanas.
El hallazgo del cuerpo de Santiago Maldonado puede ser un buen punto de partida: su aparición sin vida se produjo unos días antes de las elecciones y mientras unos se retorcían de dolor, los amarillos desplegaron las reacciones que ya tenían preparadas. La más cínica corresponde, como es de suponer, al Ingeniero y no se centra sólo en la llamada telefónica a la madre del artesano después de ignorarla durante casi tres meses y permitir que sus perversos laderos emporcaran la causa con el estiércol de siempre: las sospechas sobre los mapuches vomitadas al instante alcanzaron para aliviar a los que ya tenían decidido el globo-voto, conquistar a algunos concentrados en la pesca de excusas anti K y convencer a un puñado de distraídos incurables.
La faceta más cínica del Gerente de La Rosada SA respecto a este tema se exhibió una semana después de los resultados, tras anunciar sus planes de destrucción masiva. En una entrevista con un medio amigo, sentenció desde su tilingo Olimpo que no hay que utilizar un muerto para hacer política, como si no hubiera explotado Lodenisman para la campaña presidencial, como si no se hubiera montado a la operación de convertir en mártir al suicidado fiscal, como si no dudara en acusar a Cristina por un homicidio que no se ha cometido. Pero hay más cinismo concentrado en pocas semanas y algunas muestras más nos pueden ayudar a preparar un antídoto.
Una adicción al malestar
Muchas veces, Macri y los principales referentes del PRO exponen su compromiso para cambiar el país con una serie de palabras claves recitadas en tono amoroso pero firme. La verdad, el diálogo, la transparencia y el trabajo el equipo pueden ser algunas de las más utilizadas. Ellos se plantan para frenar a aquellos que apelan a la viveza criolla para obtener ventajas, a los que aprovechan los resquicios de la legalidad para introducir sustancias ilícitas, a los que coimean empresarios para obtener obras públicas, a los que evaden sus responsabilidades fiscales y a los que viven del Estado. Generalmente, utilizan la síntesis más efectiva de todo esto con un término que cala muy hondo en el sentir de su público: la corrupción, que parece ser una acción que sólo un sector de la sociedad ha practicado a lo largo de la historia.
Claro que en los últimos tiempos, los corruptos son sólo políticos identificados con cierto color y hasta con una sola letra. De manera incomprensible, las coimas son cobradas pero no hay nadie que las pague. El veneno de los televidentes espumea en la boca ante las imágenes de los sospechosos ya condenados. Aunque las causas se mezclen y las denuncias rocen el absurdo, los demonizados sólo merecen la cárcel, en el mejor de los casos. No importa que las empresas de la familia presidencial se hayan beneficiado con su asociación con los dictadores ni la colección de ilícitos que Macri porta sobre sus hombros; en los medios que consumen a diario, conductores, periodistas y animadores no se indignan con la empresas offshore del Ingeniero y sus secuaces ni con el intento de perdonarse la cuantiosa deuda del Correo Argentino; tampoco muestran el entramado de negocios que están armando los miembros del Gran Equipo. Ellos, que han estafado siempre al Estado y han presionado a los gobiernos para que carguen sus deudas sobre la dignidad del pueblo, anuncian, sin atisbo de pudor, que ahora se acabó la joda.
 Lejos de acabarse, Ellos la legitiman y como instalaron en la Oficina Anticorrupción a Laura Alonso, una ferviente militante de sus filas, pueden operar sin temor como desaforados saqueadores. Tan monstruosa es la burla –esa contradicción entre lo que dicen y lo que hacen- que nombran como funcionario a Luis Etchevehere, un evasor, lavador, especulador y esclavista que debería estar entre los denunciados.
La transparencia tan pregonada es la impunidad con que actúan. Macri denuncia a las mafias sindicales y judiciales mientras sus cómplices mediáticos señalan a las próximas víctimas de esta venganza de clase con camuflaje de gobierno. ¿Qué otra cosa es la publicación del teléfono de la hija de Alejandra Gils Carbó en las páginas de un diario para que reciba más de 300 amenazas contra su vida? La andanada de denuncias contra la Procuradora General es el castigo que Macri y Magneto pergeñaron para ella por haber impedido negociados ilegales cuando era una simple fiscal. Lo mismo ocurre con la vergonzosa prisión del ex vice Amado Boudou, que arrebató de las zarpas del Grupo Clarín los fondos de pensión. En este caso, la discusión no pasa sólo por el enojo del empresidente por la difusión de las imágenes, sino por la arbitrariedad con que los jueces adictos obedecen los caprichos del Círculo Rojo.
Mientras entretienen al público cacerolero con el ajusticiamiento exprés, el ajuste a los sectores más vulnerables -y no tanto- no se detiene. Mientras las fieras se reparten el botín, las pantallas encienden la hoguera para arrojar a todo el que se oponga. Mientras los colonizados aplauden las ejecuciones, el FMI señala los objetivos para precarizar. Los asalariados están en la mira, pero no para mejorar la situación laboral, sino para enriquecer a una minoría que desprecia la dignidad de los pueblos. Los jubilados también serán las próximas víctimas de la guadaña, no para equilibrar las cuentas públicas, sino para profundizar la inequidad.
Cinismo y prepotencia son los principales componentes del Cambio que fue avalado en las urnas por los que ya son los principales damnificados. El tiempo que dure este macabro capítulo de nuestra historia dependerá de la tolerancia al fango que ya empieza a cercar a los que confiaron ciegamente en los embaucadores de siempre.




jueves, 2 de noviembre de 2017

El cinismo que intoxica

El Poder está en el poder. Los poderosos tienen plena hegemonía, como en otros momentos de nuestra historia, con el aderezo de que ahora consiguieron legitimidad en las urnas. El triunfo electoral avala lo realizado y auspicia todo lo que venga. Una situación perfecta para mutar en realidad las apetencias más egoístas; el escenario ideal para hacer del país un coto de caza con presas tan dóciles que saltan a las fauces con sólo chasquear los dedos. El voto habilita que las burlas se conviertan en motivos y las paradojas, en norma. Otra vez el cinismo se ha hecho gobierno y ha contagiado a una parte de la población para que adopte y propale el ideario desigualador de siempre. Sin las promesas de 2015 pero con la misma impronta embaucadora. Sin argumentos pero con muchos clichés. Como un embrujo, que sólo necesita unos pases y algunas palabras susurradas para controlar una legión de autómatas. Aunque el panorama sea tenebroso, siempre se puede encontrar alguna luz: de tan envalentonados, se están volviendo bravucones y de tan atolondrados, se pueden tropezar.
Algo así puede interpretarse del Discurso Refundacional del empresidente Macri el lunes pasado. Al triunfo en las legislativas, se sumó la detención de Julio De Vido y la forzada renuncia de Alejandra Gils Carbó. ¿Quién no se siente campeón con tantos puntos a favor? Más aún si juega con los más grandotes, tiene sobornados a todos los árbitros y el relator convierte el abusivo  desequilibrio en un ajusticiamiento épico. Por eso se da el lujo de decir que para tener un mejor futuro “cada uno tiene que ceder un poco”, aunque ese ‘cada uno’ se reduzca, una vez más, a los asalariados, los jubilados y los más débiles de esta cadena alimenticia. Pero claro, los poderosos a los que Macri representa nunca ceden nada: sólo exigen al Estado que colme sus barriles a cambio de derramar algo, si es que se empachan.
Que un país que produce alimentos para más de 400 millones de personas tenga dificultades para alimentar a su población –que apenas supera el diez por ciento de eso- es una muestra de la distorsión ética que padece. La desigualdad no es un virus imparable, sino el resultado de la avaricia de una minoría que no cesa de acumular fortunas. Si algún sector debe ceder es precisamente ése: el conformado por los agroexportadores, industriales y financistas más acaudalados. Lejos de ceder, no paran de reclamar rebajas impositivas y reducción de los salarios para multiplicar sus ganancias sin invertir un centavo. El reclamo del Gerente de La Rosada SA no debería estar dirigido a toda la población, sino a ésos que son dueños de casi todo y han decidido ir por más. Eso es cinismo: presentar como salida a la crisis auto-inducida la renuncia de las mayorías al temblequeante bienestar, mientras los verdaderos representados amontonan divisas en sus colchones y alimentan cuentas offshore con el producto de sus trapisondas. El descalabro económico desatado por el Gran Equipo sólo beneficia a unos pocos, pero la reparación está en manos del resto, que ya no encuentra olla que rascar. Una imagen estándar del cinismo es proponer sacrificios a los que no tienen nada que sacrificar para que los privilegiados continúen trocando en oro la sangre que chorrea del altar del Mercado.
La mascarada del Ingeniero
Afirmar que las declamaciones de Macri están empalagadas por un cinismo de antología puede resultar obvio para algunos o indignante para otros. Quienes adhieren a sus conceptos –y hasta los aplauden- deben ser tan cínicos como él o tener menos olfato que un engripado. Y si lo ignoran a voluntad, después no vengan a suplicar ayuda cuando el fango supere su cintura. El presidente offshore –sin ánimos de exagerar- es el paradigma del cinismo. Ejemplos abundan: sólo un cínico nombraría como ministro de Agroindustria al presidente de la SRA, Luis Miguel Etchevehere, después de anunciar que se terminaron las avivadas; imponer como funcionario a alguien acusado de administración fraudulenta, evasión tributaria y violación de la ley penal cambiaria por su propia hermana; instalar al frente de una cartera de Estado a alguien procesado por esclavizar personas es una provocación que los organismos de DDHH no deberían eludir.
Sólo un cínico puede fingir empatía con la familia Maldonado después de ignorar su dolor durante casi tres meses. O esputar “es tan inocente un gendarme como un ciudadano común” cuando el régimen judicial que lo secunda convierte en culpable a cualquier K que se cruce. O sentenciar que los testigos mienten cuando sus laderos pergeñaron las pamplinas más infames para confundir a la opinión pública. O alentar el cierre de la causa para reforzar el manto de impunidad que lo cubre desde siempre. O explicar que el caso Maldonado “tiene que enseñarnos a no usar una persona para hacer política”, aunque su muerte se produjo para proteger las tierras de un multimillonario extranjero.
Macri es el exponente de una aristocracia que no puede disimular su cinismo. Hasta el aliento que impulsa sus palabras debe oler a eso cuando pontifica sobre la meritocracia y denuesta a los ñoquis mientras inventa cargos de nombres incongruentes para acomodar a familiares, amigos y mascotas con salarios de seis cifras. O cuando propone la eliminación de las jubilaciones de privilegio que fueron eliminadas hace un montón como zanahoria para la aprobación de sus peligrosas reformas previsionales. O celebrar el ahorro que significará la reducción de los haberes de jubilados y pensionados, después de haber cercenado su acceso a medicamentos gratuitos. O decir que “en los próximos días presentaremos propuestas para la transición” cuando aún no se ha discutido hacia dónde se orientará la reforma jubilatoria.
Cuando el cinismo gobierna, todo se torna cínico. Como si fuera un iluminado, Macri intenta refundar el país, mientras lo está re fundiendo. Por eso quiere empezar de cero apelando a una especie de desmemoria selectiva. En sus variadas intervenciones siempre apunta a lo mismo: demonizar todo lo K porque logró disputar el Poder para instaurar cierta equidad. Para él el futuro se reduce a evitar que gran parte de la población piense en un retorno a las bondades de esa década extendida, aunque para eso deba forzar tanto hechos como interpretaciones. Aunque deba decir, con mucho cinismo, por supuesto, que “Nuestra Historia nos ha negado crear un rumbo común”. Como si la Historia fuese algo dado y no lo que todos escribimos en ella día a día. Como si fuera una señora muy mala que quiere impedir que los argentinos vivamos con dignidad. Como si fuera posible un rumbo común con egoístas tan miserables que hacen lo imposible para apoderarse de lo que producimos entre todos. Los historiadores del mañana tendrán la difícil tarea de explicar este nocivo giro de los tiempos y concluirán que sólo un eficaz y perverso alucinógeno puede lograr que un pueblo se equivoque tanto.


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