.imaginario y realidad

“... la configuración del sentido común es inherente a la construcción social de la representación que llamamos ‘lo real’, ya que en ese proceso se constituyen también una visión del mundo y una lectura de lo que se considera como ‘lo correcto y lo verdadero, en un determinado punto del tiempo histórico’. Lo cual compromete no sólo una ‘descripción’ del mundo en tanto ‘lo real’, sino una ‘valoración’ axiológica de ese mundo y los sujetos que lo habitan...”. (H.D.Aguilar)

lunes, 27 de junio de 2016

¿El momento de la autocrítica?

"Para eso está la nueva ley, para convertir a los Elaskar, Fariña o Lanatta en impartidores de justicia televisiva. Para que un imputado en un delito venda cualquier verdura en pos de reducir su pena, aunque su testimonio no tenga valor jurídico alguno. A las enloquecedoras usinas de estiércol no les interesa lo que pase en Tribunales, mientras consigan embarrar lo más posible a La Presidenta y sus más emblemáticos funcionarios. Ni tampoco les interesa la transparencia, sino poblarían sus pantallas con las oscuras historias de los miembros del Gran Equipo: buitres encubiertos, fugadores seriales, especuladores incorregibles, coimeros a destajo y apologistas de un Estado mayordomo encargado de servir el festín."

lunes, 27 de junio de 2016
fuente: http://apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/2016/06/el-momento-de-la-autocritica.html


¿El momento de la autocrítica?

Mientras el gobierno amarillo insiste en integrarse a un mundo que se desintegra por sus fracasos, el FPV se desgrana para desorientar aún más a sus seguidores. Cuando más se necesita una oposición que defienda los derechos de los más vulnerables y las conquistas históricas de estos años, una especie de complejo de inferioridad se expande como una pandemia y contagia a todos los integrantes del kirchnerismo. Y la demanda de una autocrítica está en boca hasta de los que no forman parte del frente, no tanto para alentar su resurgimiento sino para contribuir a su sepultura definitiva. ¿Qué autocrítica debe hacer el proyecto que logró reducir a la mitad la pobreza de principios de siglo, que bajó la desocupación hasta niveles nunca vistos, que duplicó la actividad industrial, que produjo un crecimiento constante del PBI, a pesar de la crisis internacional, que disminuyó la desigualdad a pesar de las protestas y celadas de los sectores más ricos y egoístas de nuestra economía? ¿Qué autocrítica debe hacer el gobierno que logró disminuir la deuda que nos asfixió desde el retorno a la democracia? ¿No deberían hacer autocrítica los que contribuyeron a que el exponente de la oligarquía empresarial más rancia y corrupta se haya convertido en presidente?
Desde el resultado del balotaje algunos sectores están reclamando un mea culpa como si la derrota hubiera sido pasmosa, pero ante una diferencia tan ínfima el derrotado no debería estar herido de muerte. Sin embargo, parece estarlo. Si Scioli hubiera ganado por tan escaso margen no estaría gobernando con la tranquilidad con que lo hace Macri. Y no por exceso de pericia, precisamente. Al contrario, hasta uno de sus ministros se da el lujo de reconocer que “están aprendiendo”, después de haber producido un descalabro económico y social con el sinceramiento de las tarifas en los servicios públicos. Con el escaso margen con que ganó, el empresidente nos ha integrado al mundo con una deuda superior a los 30000 millones de dólares sólo para contentar a los buitres y facilitar la fuga de divisas. Y después vienen a hacer cuentas con todo lo que se podría hacer con los nueve millones de López. Si el regalo que el Gran Equipo realizó a los carroñeros más atroces se hubiera invertido para el desarrollo no habría ningún túnel y no estaríamos contando los semestres. Después vienen a exigir autocrítica los que en seis meses deprimieron el mercado interno y firmaron el acta de defunción de la producción nacional.
Con forzada modestia, algunos dirigentes del gobierno de Cristina han reconocido algunos errores, pues no se puede ser perfecto durante doce años de gestión. Pero ese esfuerzo es en vano: el kirchnerismo no ha sido denostado por sus errores, sino por sus aciertos. Y la derrota en las urnas no se debió a un error en la estrategia de campaña: la abundancia de falacias y dicterios en los medios hegemónicos y la cobardía de algunos políticos que se sienten más cómodos como opositores todo terreno antes que enfrentar al establishment hicieron tal milagro.
Un mecanismo perverso
Como con lo de Lázaro Báez estaban saturando a la teleaudiencia, Lodelópez llegó para potenciar el rating, justificar los estragos y reforzar los prejuicios. Ahora alternan entre uno y otro hasta que encuentren un arrepentido que pueda arrastrar a Cristina hasta la puerta de la cárcel, al menos mediáticamente. Para eso está la nueva ley, para convertir a los Elaskar, Fariña o Lanatta en impartidores de justicia televisiva. Para que un imputado en un delito venda cualquier verdura en pos de reducir su pena, aunque su testimonio no tenga valor jurídico alguno. A las enloquecedoras usinas de estiércol no les interesa lo que pase en Tribunales, mientras consigan embarrar lo más posible a La Presidenta y sus más emblemáticos funcionarios. Ni tampoco les interesa la transparencia, sino poblarían sus pantallas con las oscuras historias de los miembros del Gran Equipo: buitres encubiertos, fugadores seriales, especuladores incorregibles, coimeros a destajo y apologistas de un Estado mayordomo encargado de servir el festín.
Una vez que la ley del Arrepentido esté promulgada, la cadena nacional del monopolio y sus laderos poblarán las pantallas con una versión 2.0 de la proscripción de otros tiempos. Quienes duden de esto, sólo deberán calcular cuánto espacio han dedicado a alguien que se arrepintió hace ocho años y presentó documentación que prueba evasión y fuga de divisas por millones de dólares. Seguramente, gran parte del público cautivo ni sabe quién es Hernán Arbizu, un ex funcionario del JP Morgan que se inculpó para revelar una trama de corrupción que vacía en serio nuestras arcas. El juez Sergio Torres y el arqueólogo Guillermo Marijuán tienen esta causa desde el principio y recién ahora extraen los expedientes de los cajones, pero no para indagar a los principales empresarios que están involucrados en esta maniobra, sino para avanzar contra los hijos de Lázaro Báez. Otro tanto ocurre con Herve Falciani, que aportó información sobre 4040 cuentas de argentinos no declaradas en el HSBC Suiza. La justicia local, encarnada en el inefable Claudio Bonadio, en lugar de inculpar a los fugadores sólo imputa a Ricardo Etchegaray por haber vulnerado el secreto fiscal.
Los jueces tampoco hacen autocrítica por las tropelías que cometen con sus ficciones procesales, porque el fin que persiguen no es impartir justicia, sino desterrar al kirchnerismo para que los amos puedan saquear el país a su antojo. Cuando deben procesar a los exponentes del poder real tratan de estirar los plazos y congelar las causas, sobre todo aquellas que incluyen delitos de lesa humanidad durante la dictadura. El único objetivo que cumplen es el de alimentar la perversión informativa del Monopolio y sus replicantes. Desde esas usinas de estiércol señalan el blanco y los obedientes peones judiciales hacen rodar los mecanismos de los tribunales por hechos absurdos, como la causa de dólar futuro.
Y vienen a exigir autocrítica los que deberían vivir avergonzados por los estragos producidos en nuestro país en los últimos cuarenta años, alentando secuestros, torturas y desapariciones, condicionando presidentes y demonizando un proyecto que intentó poner las cosas en su lugar. A los corruptos disfrazados de puristas no les interesa combatir la corrupción, sino hacer un uso exclusivo de ella. Tampoco les importa cómo vive la mayoría de la población, mientras puedan tener sus arcas saturadas. Unos 300 mil millones de dólares descansan en cuentas a nombre de argentinos en distintos paraísos fiscales. Y esas cifras no se alcanzan con trabajo, esfuerzo o sacrificio sino con un sistemático escamoteo de nuestros recursos.
En realidad, deberíamos instaurar la Semana de la Autocrítica pero no para rasgar nuestras vestiduras y flagelar nuestros lomos, sino para dilucidar por qué nos hemos dejado embaucar por los enemigos de siempre.
Publicado por Gustavo Rosa

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